Hegel aseguraba que la libertad es la conciencia de la necesidad y Montesquieu que la libertad es poder hacer lo que debemos. En mi opinión la libertad es el ejercicio de la responsabilidad, entre otras cosas.
Observo la segunda foto que compartió hace muy poco por aquí mi amiga y tertuliana María Victoria Huertas, con algunos de mis libros, "Entrevías mon amour", "Las mentiras inexactas", "Cuentos de los viernes" y "Cuentos de los otros". Me tomo un café bien caliente ya que tengo fatal la garganta de tanto hablar en clase, y pienso que a lo largo de los años he ido escribiendo los libros que quería escribir. Como decía mi profesora de Poesía española contemporánea Fanny Rubio (en la primera fotografía estoy con ella hace menos de un año en la presentación del libro sobre el Café Comercial y en la tercera cuando presentó mi novela "Las mentiras inexactas", en las Cuevas de Sésamo), el escritor debe ser sincero y escribir desde el máximo conocimiento posible y la exigencia más absoluta, además de "no ser un vago". Esta última idea me hizo gracia cuando se la escuché. A lo mejor es que tenemos demasiado interiorizada la "imagen" del escritor romántico, que se pasa la vida intentando ser algo así como Dorian Gray, y descuida su obra.
Sí, solo he escrito los libros que quería (y necesitaba) escribir, y lo he hecho con el mayor conocimiento posible y la experiencia en la vida puesta al servicio de la propia obra, del estudio, la lectura y la reflexión. Siempre me he tomado en serio la literatura, "el trabajo" literario, la "poiesis" aristotélica, como dije el otro día en la tertulia de Casa Manolo. Esa es mi forma de ser responsable ante la página en blanco, es decir, de ser "libre" ante un texto que depende de mí, de mi mente, de mi sensibilidad, de mi vida.
Salvando las distancias, supongo que era lo que le ocurría a Bach cuando necesitaba comunicarse con Dios:
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