viernes, 10 de febrero de 2023

"Anita jugando al ajedrez".

En la tertulia de este martes dedicada al escritor austriaco Stefan Zweig salió a colación uno de sus libros, la "Novela de ajedrez". La leí hace años y anda por la biblioteca del "Cafetín Francesca" de mi casa. Nuestro tertuliano madrileño /tinerfeño Chema Menéndez la acaba de leer y nos habló un poco de ella (el verano pasado estuve en su bonita casa de Tegueste, al norte de Tenerife). Es la última de ficción de Zweig y se publicó, póstumamente, en 1943. Zweig había comenzado a practicar el ajedrez de joven, y en esta novela realiza un estudio psicológico de la naturaleza humana teniendo al nazismo como telón de fondo. Mirko Czentovic es un muchacho que barre la vivienda del párroco del pueblo quien, a pesar de sus esfuerzos por darle unos estudios, no consigue sacarle de su ignorancia. Pero un día, por casualidad, descubre sus enormes dotes para el ajedrez. Poco a poco se convierte en un individuo arrogante y codicioso que vence sin esfuerzo a los más aventajados jugadores, hasta llegar a ser campeón mundial. Un día emprende un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires donde se distrae con partidas amistosas contra algunos viajeros aficionados. De repente se cruza en su camino el Dr. B., un abogado perteneciente a una influyente familia austriaca que está vinculada a la casa imperial. Su mentalidad culta y refinada se contrapone al mundo materialista de Mirko. Ambos aceptan jugar una partida y una noche el doctor confiesa la terrible historia de su vida.
 
Las últimas tardes no las he pasado con Teresa, como diría Marsé, sino jugando al ajedrez con mi hijo. Es una forma muy agradable de relajarme después de pasarme todo el día dando clase. No es que dar clase me canse demasiado intelectualmente, lo reconozco, sino todo lo contrario, ya que me sirve para mantener la mente despierta y sabér cómo piensan los jóvenes, que no dejan de ser personajes posibles para mis novelas. Como digo siempre a mis alumnos, esto de dar clase es lo contrario a trabajar, y encima me pagan. Ayer les pregunté, por ejemplo, cuánto ha subido la copa en las discotecas tras el confinamiento o cuanto tiempo dedican a estudiar, a dormir, a pasear, etc. Me gusta hablar con la gente, y hago poco caso a lo que me cuentan en la TV, la radio y las redes sociales, puesto que la vida es otra cosa. El ajedrez posee una magia especial, como sabía Stefan Zweig. La otra tarde Anita se subió a la mesa de mármol en la que había estado preparando algunas cosas para el curso antes de ponerme a jugar al ajedrez. En cierto momento movió las hojas y se quedó mirando las piezas del tablero, hasta que tomó la decisión de mover una torre, y aproveché para sacar la fotografía. Me puse a cantar entonces las coplas de "La gatita blanca" de Amadeo Vives:
 
Pero hablando de Vives, siempre me viene a la cabeza su coro de bohemios, con el que me siento identificado desde que lo escuché hace muchos años en el teatro de la plaza de Colón, que entonces se llamaba Centro Cultural de la Villa de Madrid.
 
En busca de la alegría siempre surgen el amor y la libertad:
 

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