Ayer terminé de escuchar, entre volcanes, la tetralogía de Wagner con el final de los dioses sobre la tierra y la inmolación de Brunilda. En mi libro a punto de salir "Un hombre que se parecía a Al Pacino" (cuentos del primer café) dedico varios cuentos o varios textos a las óperas de Wagner. No sé si llamarlos o no "cuentos", ya que lo que me interesa es observar y analizar hacia dónde va o puede ir la literatura. "El anillo del nibelungo" son más de 12 horas de música y letra ininterrumpidas, de valor incalculable, comparables solo con la Capilla Sixtina, el Taj Mahal, el Quijote, Beethoven, las obras de Shakespeare, la Comedia de Dante y cosas parecidas. Es como ese cañonazo que solo disparé simuladamente ayer sobre la conciencia de la humanidad.
A lo mejor a mis amigos de esta tertulia en las redes sociales (como la llamé el otro día respondiendo a un comentario de Mari Carmen Marron) os apetece escuchar el final de este monumento del arte:
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