lunes, 11 de diciembre de 2023

"La eternidad y un día".

"La vida del escritor es una vida solitaria, uno cree estar solo y al cabo de los años, si los astros son propicios, descubre que está en el centro de una especie de vasto círculo de amigos invisibles, de amigos que no conocerá nunca físicamente pero que lo quieren y eso es una recompensa más que suficiente". Antes Borges había dicho lo siguiente en la mítica entrevista con Soler Serrano de TVE: "La tarea del arte es transformar lo que nos ocurre en símbolos y música para que pueda perdurar en la memoria de los hombres. Ese es nuestro deber, debemos cumplir con él, si no nos sentimos muy desdichados. Esos símbolos pueden ser colores, formas, sonidos y en el caso del poeta sonidos y palabras, fábulas, relatos, poesías. Quiero decir que la tarea del poeta es continua. Uno continuamente está recibiendo algo en el mundo externo y todo eso tiene que ser transmutado y en cualquier momento puede llegar esa revelación. El poeta no descansa nunca, siempre está trabajando, hasta cuando sueña, trabaja".
 
Y yo, mientras me miro en el espejo de Borges, paseo por el otoño de Madrid y bailo sin necesidad de mover las piernas, cerca del mar de Grecia, aunque esté lejos, dentro de una película de mi admirado Theo Angelopoulos, con la música de Eleni Karaindrou y el rostro de Bruno Ganz. La foto es del poeta Óskar Rodrigáñez con Pacino, el homenaje que tenía que hacer al cine desde la palabra:
 
Los actores bailan el vals, esa danza onírica con la que envuelven sus vidas. Giran despacio antes de que Bruno Ganz diga:
 
-Una vez te pregunté: ¿cuánto dura el mañana? Y me respondiste: "La eternidad y un día".
 
Pero aún el actor insistirá:
 
-¡No te he oído!
 
Y escuchará una vez más, a lo lejos, que le dice la mujer despidiéndose:
 
-¡La eternidad y un día!
 

 

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