El otro día J., una de mis encantadoras alumnas, me preguntó por las diferencias que observaba entre mi generación -la de los Baby Boomers-, y la suya, la Z. Salió el tema de la tecnología, del hecho de si la gente mayor tiene más o menos dificultad para adaptarse a los nuevos medios de comunicación, y después me centré en mí y les comenté que yo no sé casi nada, y que mi único mérito es que tengo buenos amigos. Cuando necesito algo los llamo por teléfono y lo solucionan. En la tertulia de este martes pasado María Victoria Huertas me regaló un décimo de la lotería de Navidad de este año. Le di un beso, por supuesto, y me lo guardé en el bolsillo. Como soy tan despistado para estas cosas, sin darme cuenta lo doblé con los dedos un montón de veces, así que no sé si me van a pagar algo el 22 en caso de que me toque, jeje.
La verdad es que no cambio un premio de la lotería por ninguno de mis amigos y amigas.
A mí lo que me gusta es ser George Bailey, uno de los personajes más bellos y generosos de la historia del cine y diría que del arte en general:
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