miércoles, 7 de mayo de 2025

"Había una vez un filósofo alemán que murió en Portbou".


 
A las 18 de ayer, tras hacer una tutoría on line con mis alumnas, me acerco al Corte Inglés de Princesa, donde he quedado con Almudena Mestre para cruzar la calle y entrar en el Hotel Indigo, que antes se llamaba Los Alpes y donde siguen haciendo un cóctel espectacular. Mientras resolvía dudas a mis alumnas, escuchaba bajito la Sinfonía Praga de Mozart, la número 38. Ese es el título de la anterior novela de Demetrio Fernández González antes de escribir "Los papeles de Walter Benjamin", de la que nos va a hablar en la tertulia:
 
Quería meterme durante un rato en su cerebro para hacerlo también en el de Benjamin (1892-1940), en la música que amaba como yo, de Mahler, Wagner, Bach, Mozart, en los libros que adoraba de Proust, Baudelaire, Machado, Eliot, Goethe, Kafka, Brecht, Joyce, Cervantes, en la idea de su amiga Hannah Arendt de que su ilusión era construir una obra usando solo citas, y comprender el "Libro de los pasajes", "Sobre el concepto de historia", "La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica" o "El capitalismo como religión". Y de paso impregnarme de su pensamiento sobre arte, historia, filosofía, crítica literaria, política, música, vida, amor. Empiezo a hablar de todo esto, después cedo la palabra a Almudena y acto seguido a nuestro autor, que nos hace un análisis apasionado y brillante de la vida y la obra de Benjamín. Mientras habla observo a mis amigos de la tertulia, tal y como observo a mis alumnos en mis clases. A mi lado están Begoña, Santiago, Mercedes, Carmen, Santiago, María Victoria, Ignacio, Lola, Antonio, Óskar, Pilar, Carmen, Javier, Demetrio, Mercedes, Cristina, Vicente, Mariwan y un servidor.
 
Antes se decía que se había nacido para servir a Dios y al rey, pero yo lo he hecho para servir al amor, la amistad, la belleza y el conocimiento.

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