Comiendo ayer en una terracita con mis amigos profesores de toda la vida (al menos de una de mis vidas), el poeta y editor José Manuel Suárez, el filósofo Patricio Herráez, el escritor y economista Pepe Villacís y el estadístico y óptico Antonio Franco, saqué este tema de conversación, pero no estuvieron de acuerdo con mis apreciaciones, lo que tampoco me quita el sueño.
Un profesor de Geografía está dando clase en la Universidad de una ciudad española, y en ese momento su mujer se va de casa. Cuando él se entera sabe que no debe ir detrás de ella porque ella no quiere que lo haga. Acaba de decir a sus alumnos que el mundo cabe en un dibujo y poco después rompe el mapa que tenía en su casa. Su mujer era serbia, él se irá a Portugal para trabajar de jardinero en la quinta de una mujer que nació en Angola y con él me iré yo un par de horas. He sido muy feliz paseando por ese país, desde que pisé Lisboa por primera vez para ver una ópera de Mozart en el teatro San Carlos. Y, mientras recuerdo el argumento de una película con aroma a Erice, Rohmer y Allen que vi en los Renoir el jueves pasado dirigida por una valenciana que estudió arquitectura, mi amiga Silvia López, que es catalana y que me habló en su día del norteamericano Peter Cincotti, un cantante blanco de jazz al que dediqué uno de mis "Cuentos de los otros" (2017), me envía un Wasap con una interesante entrevista a Jamil Zaki, un profesor de psicología de Stanford que ahora está dando clase en Madrid, en la división española de su Universidad, y que ha escrito el ensayo "Esperanza para cínicos" (2025, Paidós). La frase inicial es de él y forma parte del titular con el que se encabeza el artículo publicado en El Mundo la semana pasada:
"Frente al cliché de que la gente amoral prospera más, la ciencia demuestra que el mejor camino para el éxito es ser amable y honesto".
Esta es la entrevista a Jamil Zaki:
Este es el tráiler de la película:
Y esta es la canción de Cincotti que estoy escuchando mientras me tomo un café:
Vuelve a ser jueves, hace un tiempo estupendo y sé que la bondad es la fuerza más poderosa que existe y también que los mapas no deberían tener fronteras. Seguramente ni siquiera tendría que haber mapas.
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