viernes, 2 de mayo de 2025

"Una metáfora del viaje de la vida".



 
Es esa sensación de libertad sin la que nunca he podido vivir. "Quien escala las montañas más altas se ríe de todas las tragedias y de la realidad trágica", nos dice el protagonista de "Así habló Zaratustra". Pensé en ello mientras ayer subía y bajaba montañas, como la de la foto, y escuchaba a Strauss, que ya había escrito una obra orquestal inspirada en ese libro antes de componer su Sinfonía Alpina (1915). Son 22 secciones que recrean una jornada de escalada. Se inicia en las horas previas al amanecer, con tonos oscuros y sombríos antes de que la salida del sol anime al escalador a iniciar su camino con un tema rítmico y ascendente. Una fanfarria de trombón y ricos pasajes orquestales crean el panorama que se revela en la cima mientras que la bajada se representa con intervalos descendentes y una inversión del tema ascendente que se escucha durante el ascenso. De vuelta en la base de la montaña, la noche ha caído y se cierra el círculo. Los cambios climáticos de la naturaleza son evidentes, y el excursionista se encuentra con la niebla y una tormenta trascendental, así como con cantos de pájaros y el agua fluyendo.
 
Con quince años Strauss se vio atrapado en una tormenta mientras hacía senderismo en los Alpes y presenció cómo arrancaban árboles de raíz. La idea de una sinfonía germinó durante años en su mente, y decidió terminarla tras la muerte de Mahler en 1911 como homenaje. Hablaba al principio de sensaciones, casi de intuiciones, que son las que me gustan tanto para escribir. Tras escuchar esta sinfonía dos veces seguidas mientras caía la noche, sentí que es una metáfora de la experiencia humana, incluyendo luchas, triunfos, derrotas y el regreso a nuestros orígenes.
 
(Esta obra me la recordó Camila, una alumna argentina del máster que imparto estos días y que se ha recorrido medio mundo a pesar de su juventud. Y me he ido, metafóricamente, al Palacio Libertad de Buenos Aires a escucharla).

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