En mi forma de entender la vida y de vivirla, ir al cine es tan esencial como dar clase, escuchar música, leer libros y escribirlos, y sin duda viajar alrededor del mundo y de mi propio interior (como dije el otro día a mis alumnos, cuando les hablé de los años en que hice yoga o estudié las culturas judía, india y japonesa con la idea de completar la cultura cristiana que había recibido desde niño. Por cierto el nuevo Papa me cae bien, tal vez por lo que tiene que ver con la idea de la "Rerum novarum"). La pregunta inicial la hace un personaje de "La buena letra", de Celia Rico (Sevilla, 1982), que se ha estrenado hace unos días y me he ido a verla a los cines Renoir. Se basa en la novela de Rafael Chirbes del mismo título publicada el 92. Conocí su mundo por esa novela y luego por "La larga marcha" (1996). Años después escuché en la Facultad a mi querida amiga Isabel analizar otra de sus novelas, "Crematorio" (2007), en la asignatura de "Crítica literaria de los medios de comunicación" que nos impartió Santos Alonso.
En un pueblo (inventado) de Valencia, donde la supervivencia es la única esperanza para los perdedores de la Guerra Civil, una joven madre pela con cuidado las naranjas y remoja las cascaras en agua para ablandarlas. Luego las fríe y las mezcla con una pasta de harina barata. Esta tortilla de patata sin huevo ni patata es una receta para combatir el hambre que la directora descubrió al pensar cómo llevar al cine el mundo descrito por Chirbes. La película no sigue la novela exactamente (lo menos interesante es que nos vuelvan a hablar de la Guerra Civil o sus secuelas), sino el rostro de su protagonista, una Loreto Mauleón fantástica. Su mirada y sus silencios son la película, algo que se puede aplicar a cualquier país y a cualquier época (tiene alguna cosa de Erice y eso son palabras mayores).
Como en la poesía, apenas me interesa lo que me cuentan, solo la poesía en sí misma:
Y ya que una de las escenas más conmovedoras es cuando bailan el tango "Por una cabeza", de Gardel, y a veces me hago pasar por Pacino, lo que habría hecho con la protagonista de la novela de Chirbes y la película de Rico es sacarla a bailar, para ver si conseguía que sonriera:
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