Hace unos días la artista de Elche Clariola Fenoll García, que ha leído varios de mis libros, se preguntaba por aquí lo siguiente: "Madre mía, no quiero ni pensar cómo serías en tu adolescencia". Y ahora la voy a contestar, mientras me tomo el primer café de una bonita mañana de primavera y antes de subirme al coche en busca de la memoria de San Juan de la Cruz, como el otro día busqué la de Santa Teresa de Jesús. Era un chico miope y muy estudioso. Me gustaban todas las asignaturas, Matemáticas, Física y Química, Historia, Literatura y demás, salvo gimnasia, porque se sudaba mucho. Supongo que por eso mismo me dieron el Premio Nacional de Bachillerato. En el "test de CI" saqué más de 150 y en unas pruebas de conocimiento en la mili (fui uno de los últimos que la hizo) me echaron la bronca por no querer contestar a las preguntas de mecánica, electricidad, deportes y eso, alegando que me aburrían. Como en los tests de cultura saqué un 10, pedí que me rebajaran de hacer gimnasia y correr, locamente, por el campo donde te llenabas de polvo con tanta tierra y hormigas. Por otra parte siempre sentí una inclinación a ayudar a los demás, a los más débiles, sobre todo si los atacaban los racistas, homófobos o machistas habituales, y así me han echado de más de un trabajo por defender a los negros y a los homosexuales. Si veía por el pasillo del colegio a un chico en silla de ruedas, le llevaba adonde me dijera, lo que también me sucedió en la Universidad Complutense cuando estudié la carrera de Teoría de la Literatura más mayor (este fin de semana he estado hablando por teléfono con José Ángel, con el que me apetece mantener la amistad, a pesar de que viva en un pueblo de Toledo). Y en cuanto al poder, desde joven supe que también me aburría. Yo quería ser libre, independiente, vivir a mi aire. Como he contado alguna vez, cuando los dos partidos importantes españoles me ofrecieron el cargo de Secretario de Estado de Medio Ambiente siendo ya catedrático y después de haber escrito un libro sobre el tema, dije que no, por supuesto. Otro de los libros que he escrito ha sido sobre Ética, con el profesor Jaime Marchesi (al que volví a ver el domingo después de varios años en una fiesta). No tardé en dimitir como secretario de departamento en una Universidad, y luego como Vicedecano. El poder siempre supone burocracia, coches oficiales, reuniones a todas horas, etcétera, y eso me produce una indiferencia absoluta, además de quitarme tiempo para leer, escribir y sentarme tranquilamente en una terracita, al sol, para ver a la gente y perder el tiempo.
Del tema sentimental no pienso hablar.
Lo que realmente me ha llamado siempre la atención es conocer lo que hay más allá del arcoíris:
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