Estas palabras solo resumen una parte de la
intervención del periodista y escritor Javier Valenzuela, que ayer nos
visitó en la tertulia del "Café Gijón". Todas las charlas con escritores
son muy interesantes, y la de ayer también lo fue. Javier Valenzula nos
habló de su primera novela, "Tangerina", del año 2015, y sobre
todo de la tercera, que acaba de publicar, "Pólvora, tabaco y cuero"
(Huso, 2019). Le pedí que nos contara su "rutina" como escritor, las
horas que utilizaba cada día para escribir, si escuchaba música o
paseaba antes de sentarse frente al ordenador. Y él también se refirió
por supuesto a la documentación que había manejado para escribir la
trama de su novela, libros, películas, documentales e incluso
testimonios, como la dueña de una farmacia de la Puerta del Sol, ya que
al lado había caído un obús, algo que siempre recordaba su familia.
Durante un año Valenzuela vivió en el Madrid de 1936 e intentó sentir en
su piel el frío y el estado de ánimo de aquellas personas, e incluso
viajó a Collioure para rendir un homenaje, a su manera, a Antonio
Machado en su tumba (cosa que yo también hice para terminar mi novela
"Entrevías mon amour").
Javier Valenzuela se levantó de la silla varias veces, saltó frente a
nosotros, utilizó todo el lenguaje corporal que usamos los profesores y,
al final, nos conquistó, que es lo que tiene que hacer un escritor que
pertenezca al siglo XXI.
(Por cierto, el título de su novela es el estribillo de una canción de Loquillo: https://www.youtube.com/watch?v=4m9rwsd0NKo)
(Por cierto, el título de su novela es el estribillo de una canción de Loquillo: https://www.youtube.com/watch?v=4m9rwsd0NKo)
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