Ayer me cogí el coche y me fui a dar una vuelta alrededor de esa foto. Me tomé una manzanilla en recuerdo de Sánchez Ferlosio.
"Aún había muchos grupos de gente en la arboleda; se oía en lo oscuro
la musiquilla de una armónica. Era una marcha lo que estaban tocando,
una marcha alemana, de cuando los nazis.
- Anda, cuéntame algo, Tito.
- Que te cuente, ¿el qué?
- Hombre, algo, lo que se te ocurra, mentiras, da igual. Algo que sea interesante.
- ¿Interesante? Yo no sé contar nada, vamos, qué ocurrencia. ¿De qué tipo? ¿Qué es lo interesante para ti, vamos a ver?
- Tipo aventuras, por ejemplo, tipo amor.
- ¡Huy, amor! -sonreía, sacudiendo los dedos-. ¡No has dicho nada! ¿Y de qué amor? Hay muchos amores distintos.
- De los que tú quieras. Con que sea emocionante.
- Pero si yo no sé relatar cosas románticas, mujer, ¿de dónde quieres que lo saque? Eso, mira, te compras una novela.
- ¡Bueno! Hasta aquí estoy ya de novelas, hijo mío. Ya está bien de novelas, ¡bastante me tengo leídas! Además eso ahora, ¿qué tiene que ver?, que me contaras tú algún suceso llamativo, aquí, en este rato.
Tito estaba sentado, con la espalda contra el tronco; miró al suelo, hacia el bulto de Lucita, tumbada a su izquierda; apenas le entreveía lo blanco de los hombros, sobre la lana negra del bañador, y los brazos unidos por detrás de la nuca.
- ¿Y quieres que yo sepa contarte lo que no viene en las novelas? -le dijo-. ¿Qué me vas a pedir?, ¿ahora voy a tener más fantasía que los que las redactan? ¡Entonces no estaba yo despachando en un comercio, vaya chiste!
- Por hacerte hablar, ¿qué más da?, no cuentes nada. Pues todas traen lo mismo, si vas a ver, tampoco se estrujan los sesos, unas veces te la ponen a Ella rubia y a Él moreno, y otras sale Ella de morena y Él de rubio; no tienen casi más variación..." (pp. 146 y 147).
- Anda, cuéntame algo, Tito.
- Que te cuente, ¿el qué?
- Hombre, algo, lo que se te ocurra, mentiras, da igual. Algo que sea interesante.
- ¿Interesante? Yo no sé contar nada, vamos, qué ocurrencia. ¿De qué tipo? ¿Qué es lo interesante para ti, vamos a ver?
- Tipo aventuras, por ejemplo, tipo amor.
- ¡Huy, amor! -sonreía, sacudiendo los dedos-. ¡No has dicho nada! ¿Y de qué amor? Hay muchos amores distintos.
- De los que tú quieras. Con que sea emocionante.
- Pero si yo no sé relatar cosas románticas, mujer, ¿de dónde quieres que lo saque? Eso, mira, te compras una novela.
- ¡Bueno! Hasta aquí estoy ya de novelas, hijo mío. Ya está bien de novelas, ¡bastante me tengo leídas! Además eso ahora, ¿qué tiene que ver?, que me contaras tú algún suceso llamativo, aquí, en este rato.
Tito estaba sentado, con la espalda contra el tronco; miró al suelo, hacia el bulto de Lucita, tumbada a su izquierda; apenas le entreveía lo blanco de los hombros, sobre la lana negra del bañador, y los brazos unidos por detrás de la nuca.
- ¿Y quieres que yo sepa contarte lo que no viene en las novelas? -le dijo-. ¿Qué me vas a pedir?, ¿ahora voy a tener más fantasía que los que las redactan? ¡Entonces no estaba yo despachando en un comercio, vaya chiste!
- Por hacerte hablar, ¿qué más da?, no cuentes nada. Pues todas traen lo mismo, si vas a ver, tampoco se estrujan los sesos, unas veces te la ponen a Ella rubia y a Él moreno, y otras sale Ella de morena y Él de rubio; no tienen casi más variación..." (pp. 146 y 147).
("El Jarama" ya forma parte de la memoria colectiva de los españoles.
Es uno de esos libros que quedará en la historia de nuestra literatura
debido a la obsesiva y perfecta utlización del lenguaje, que siempre ha
sido la base de la gran literatura, la que realmente tiene calidad. Casi
todo son diálogos siguiendo la técnica del "objetivismo". La historia
es lo de menos, la de ese grupo de jóvenes durante 16 horas -como si
fuera un "bloomsday español- de un domingo cualquiera, caluroso, en los
años cincuenta, que se reúnen en un merendero a orillas de un río
cercano a Madrid. Al final una chica se ahoga en el río, quizá porque
todos los ríos van a dar al mar, como diría el Eclesiastés).
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