Cómo escribir una novela mientras se hace una película.
Sinan es un apasionado de la lectura y siempre ha deseado ser escritor.
De regreso al pueblo donde nació, tras estudiar Magisterio en la
Universidad, se esfuerza por reunir dinero y publicar la novela que ha
escrito, pero las deudas de su padre con el juego le atrapan.
Llevo dos días hablando de Homero y Ulises, y no deja de ser curioso que
me meta en el cine para ver una película turca que acaba de estrenarse
en España, "El peral salvaje", de Nuri
Bilge Ceylan, que sucede junto a la mítica Troya (la primera imagen que
se ve es la del caballo de madera). Ceylan me interesa como creador
desde que tuve la suerte de ver sus dos películas anteriores, "Érase una
vez en Anatolia" (2011) y "Sueño de invierno" (2014), de la que hablé
en su día por aquí y que continua pareciéndome una de las películas más
importantes de lo que llevamos de siglo XXI. "El peral salvaje" son más
de tres horas, su ritmo es lento, casi estático, y es como si Ceylan
escribiera la novela de Sinan mientras hace la película, algo que me
parece apasionante y muy creativo (la primera versión duraba casi cinco
horas, lo que también resulta curioso en esta época que nos ha tocado
vivir en la que no dejan de hacerse efímeras fotografías para colgarlas
rápidamente en Instagram). Los personajes hablan todo el rato, mientras
abordan los temas que nos interesan a los seres humanos, el amor
(imposible o no), el sentido actual de la religión, la creación
artística, particularmente la literaria, y la relación entre un padre y
su hijo, sin duda lo más interesante y profundo de la película. Ambos
son dos perales "torcidos", salvajes, un poco fuera de la sociedad en la
que viven. Como dice el propio director, todo lo que esconde un padre
acaba saliendo siempre en la figura de su hijo.
Para todos los seres humanos es esencial el hecho de arriesgarse a
salir de casa y mezclarse con otros, pero es posible que eso suponga la
pérdida de la identidad. Si ese temor a explorar los derrota, terminarán
encerrados en sí mismos y dejarán de crecer y evolucionar. Y lo mismo
sucederá si creen ser únicos en su identidad, y no se les acepta
socialmente. Quizá acaben desgarrados por la imposibilidad de dar una
forma creativa a esas contradicciones y su incapacidad por rechazarlas.
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