Hace muchos años,
siendo un adolescente, estaba sentado en un banco de los jardines de
Sabatini, a la izquierda del Palacio Real, cuando una señora muy mayor,
excesivamente pintada y con la mirada perdida, se acercó y se sentó a mi
lado. Esperó a que yo levantara la vista del libro y me dijo que a ella
también le gustaba mucho el "Romancero Gitano" de Lorca. Dicho esto
empezó a hablarme del poeta, de los estudios de Ian Gibson y del último
gran amor de Lorca. Gibson también se deslumbró por ese libro en
Dublín, su ciudad natal. Más tarde hizo una tesis doctoral sobre Lorca,
dio clase en Londres y se vino a Madrid para seguir estudiando
literatura española. En cierto momento la señora me comentó que ella
había conocido en persona a Lorca y también a su último gran amor, el
escritor y crítico de arte, Juan Ramírez de Lucas, el "rubio de
Albacete", como le llamaba Lorca. Los dos habían pensando escaparse a
América, pero no pudo ser por culpa de una Guerra Civil y un 18 de
agosto de 1936.
La historia
de este último gran amor de Lorca se conoció a mediados de los 80, que
es el momento en el que se publicaron los 11 "Sonetos del amor oscuro".
El penúltimo habla con claridad de su amor por él.
Todo el mundo tiene amores y desamores a lo largo de la vida y hasta lo cuentan en libros, pero muy pocos escriben como Lorca. Leer a Lorca es leer la historia de la literatura que él se sabía de memoria, para reescribirla y nacer de nuevo:
"El amor duerme en el pecho del poeta".
"Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!"
Todo el mundo tiene amores y desamores a lo largo de la vida y hasta lo cuentan en libros, pero muy pocos escriben como Lorca. Leer a Lorca es leer la historia de la literatura que él se sabía de memoria, para reescribirla y nacer de nuevo:
"El amor duerme en el pecho del poeta".
"Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!"
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