Ayer paseé durante un buen rato por un parque
pequeño y poco visitado, el de la Fuente del Berro, junto a la
estilizada torre de RTVE y la M-30. Estuve sentado junto a la estatua
del poeta romántico Alexandr Pushkin, donada a Madrid por el pueblo ruso
en 1981 y que inauguró el alcalde Tierno Galván, que había visitado Moscú
dos años antes. En reciprocidad Madrid les envió una escultura de
Cervantes. A pesar de morir joven en un duelo, Pushkin es el poeta ruso
más influyente a lo largo del siglo XIX. Buscó un lenguaje que se
apartara del neoclasicismo, con claras resonancias francesas debido a su
esmerada educacón, y defendió la libertad por encima de todo, lo que le
supuso varios destierros. Pensando en estas cosas, derivé hacia el
proceso creativo de las obras de arte, al tiempo que escuchaba en
Youtube a otro ruso, la Quinta Sinfonía de Shostakovich, estrenada en
Leningrado en 1937. La escuché por primera vez en directo en el Teatro
Real siendo muy joven y ya entonces me contaron su curiosa historia. La
censura suele manifestarse prohibiendo, mutilando o manipulando las
obras. Siempre he considerado a Shostakovich como el último sinfonista
romántico, pero que evolucionó con rapidez hacia la modernidad, como se
puede apreciar en su Cuarta Sinfonía y en su segunda ópera, Lady
Macbeth, consideradas demasiado difíciles de entender. Fue amenazado con
ser deportado a Siberia si no recuperaba un estilo compositivo más
tradicional. En Leningrado ya había sido detenido el marido de su
hermana María y ella incluso deportada a Siberia. Sus abuelos también
fueron desterrados. Shostakovich escribió su obra sinfónica presa de una
enorme carga emocional y utilizó el lenguaje diatónico para lograr el
pretendido "realismo socialista" por parte de las autoridades
comunistas. A principios de los treinta, Prokofiev aseguró que el
dominio de ese "realismo socialista" y de las músicas regionales de las
repúblicas soviéticas darían como resultado un arte provinciano. La
Quinta Sinfonía termina de manera triunfal porque Shostakovich estaba
obligado a seguir los preceptos que le imponía el poder.
Sigo pensando en todo ello mientras me tomo un té y vuelvo a escuchar
la sinfonía de Shostakovich interpretada por la Joven Orquesta Gustav
Mahler, con unos jóvenes intérpretes que tienen tanta calidad como
entusiasmo. El arte siempre termina triunfando, con independencia de sus
propios autores. En esta obra resulta patente la influencia de Mahler y
Chaikovsky (que puso música a varias obras de Pushkin, con lo que se
cierra el círculo del que estoy hablando hoy).
Es lo que tiene la belleza, la calidad y el buen gusto:
https://www.youtube.com/watch?v=PeJPmIbiqp4
Es lo que tiene la belleza, la calidad y el buen gusto:
https://www.youtube.com/watch?v=PeJPmIbiqp4
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