Una de las mejores
maneras de echar una mano a los libreros es acercarse a sus librerías y
comprar libros. Eso también te permite charlar con ellos de literatura,
como hice ayer por la mañana con Soledad Garnero en su librería café "La
forja de las letras" de la calle Cervantes, en el Barrio de las Letras
de Madrid. A un paso se encuentra la casa de Lope de Vega, que ahora es
un museo. Muy cerca están la calle que lleva su nombre y la iglesia
de las Trinitarias, donde enterraron a Cervantes. Y en medio la calle
Quevedo y la casa que alquiló a Góngora. Son cosas de una ciudad como
Madrid, ya que yo también viví a un paso varios años en mi ático
abuhardillado. El caso es que la librería de Soledad está en un lugar
por donde me agrada pasear. Al acercarme a la puerta de la librería, me
reconoció a pesar de la mascarilla y me dijo que me veía más guapo que
nunca. (Estoy pensando que tal vez lo mejor sea dejarme la mascarilla
puesta incluso cuando pase esta pandemia y no se me verán las arrugas y
los años). Soledad y yo hablamos un rato, y me llevé un libro que se
llama "Ellos", escrito por Virginia Woolf. La inglesa, a la que
considero a la altura de Joyce y Faulkner, escribió varios ensayos
dedicados a los escritores Swift, Addison, el bello Brummell, Hazlitt y
De Quincey.
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