viernes, 19 de junio de 2020

"Un libro, una librera y una librería".

Una de las mejores maneras de echar una mano a los libreros es acercarse a sus librerías y comprar libros. Eso también te permite charlar con ellos de literatura, como hice ayer por la mañana con Soledad Garnero en su librería café "La forja de las letras" de la calle Cervantes, en el Barrio de las Letras de Madrid. A un paso se encuentra la casa de Lope de Vega, que ahora es un museo. Muy cerca están la calle que lleva su nombre y la iglesia de las Trinitarias, donde enterraron a Cervantes. Y en medio la calle Quevedo y la casa que alquiló a Góngora. Son cosas de una ciudad como Madrid, ya que yo también viví a un paso varios años en mi ático abuhardillado. El caso es que la librería de Soledad está en un lugar por donde me agrada pasear. Al acercarme a la puerta de la librería, me reconoció a pesar de la mascarilla y me dijo que me veía más guapo que nunca. (Estoy pensando que tal vez lo mejor sea dejarme la mascarilla puesta incluso cuando pase esta pandemia y no se me verán las arrugas y los años). Soledad y yo hablamos un rato, y me llevé un libro que se llama "Ellos", escrito por Virginia Woolf. La inglesa, a la que considero a la altura de Joyce y Faulkner, escribió varios ensayos dedicados a los escritores Swift, Addison, el bello Brummell, Hazlitt y De Quincey.

Y así me pasé el día, leyendo lo que dijo la autora de "La señora Dalloway" sobre cinco personajes ingleses de los siglos XVIII y XIX, mientras pensaba que apenas sé nada de casi nada y que la búsqueda del conocimiento no tiene rival.



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