domingo, 14 de junio de 2020

"A los pájaros les gustan los escritores".

Ayer sábado por la mañana me senté a descansar y a ver pasar la gente en un banco de madera de la Gran Vía después de una larga caminata por las calles del centro de Madrid. Ese banco está delante del viejo edificio de la Cadena SER, donde se instaló no hace mucho una tienda de ropa que tiene mucho éxito. A su espalda se encuentra la mítica Casa del Libro, mi librería favorita de Madrid, que casi siempre aparece en mis novelas y cuentos. En la radio trabajó Iñaki Gabilondo, un periodista al que me gustaba escuchar y que aparece en varios capítulos de mi novela "La paz de febrero" como una manera de unir las vivencias cotidianas de los personajes con la resonancia internacional de la Guerra de Irak. Esa es mi forma de amueblar todo lo que escribo; en realidad es la forma en que se encuentra amueblada mi cabeza. Me entretuve contando las personas que entraban y salían de la librería y la tienda de ropa con la inocente esperanza de que hubiera más movimiento en la primera que en la segunda. Se acercó un gorrión y se situó debajo de mi pie. Se mantuvo en esa posición varios minutos sin que hiciera falta que le echara migas de pan para comer. "Érase una vez", le dije entre susurros, y ya no se movió. Tal vez pensó que yo era Gabilondo y le iba a hablar de alguna guerra perdida.

Busqué en Youtube una música que sé que le gusta al periodista vasco, y la puse en voz baja, como si continuaran los susurros. El pájaro se volvió, dio dos o tres saltos, me sonrió y echó a volar:

https://www.youtube.com/watch?v=SZ6sZ67_IcE

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