Ayer sábado por la
mañana me senté a descansar y a ver pasar la gente en un banco de madera
de la Gran Vía después de una larga caminata por las calles del centro
de Madrid. Ese banco está delante del viejo edificio de la Cadena SER,
donde se instaló no hace mucho una tienda de ropa que tiene mucho éxito.
A su espalda se encuentra la mítica Casa del Libro, mi librería
favorita de Madrid, que casi siempre aparece en mis novelas y cuentos.
En la radio trabajó Iñaki Gabilondo, un periodista al que me gustaba
escuchar y que aparece en varios capítulos de mi novela "La paz de
febrero" como una manera de unir las vivencias cotidianas de los
personajes con la resonancia internacional de la Guerra de Irak. Esa es
mi forma de amueblar todo lo que escribo; en realidad es la forma en que
se encuentra amueblada mi cabeza. Me entretuve contando las personas
que entraban y salían de la librería y la tienda de ropa con la inocente
esperanza de que hubiera más movimiento en la primera que en la
segunda. Se acercó un gorrión y se situó debajo de mi pie. Se mantuvo en
esa posición varios minutos sin que hiciera falta que le echara migas
de pan para comer. "Érase una vez", le dije entre susurros, y ya no se
movió. Tal vez pensó que yo era Gabilondo y le iba a hablar de alguna
guerra perdida.
Busqué en
Youtube una música que sé que le gusta al periodista vasco, y la puse en
voz baja, como si continuaran los susurros. El pájaro se volvió, dio
dos o tres saltos, me sonrió y echó a volar:
https://www.youtube.com/watch?v=SZ6sZ67_IcE
https://www.youtube.com/watch?v=SZ6sZ67_IcE
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