Antonio Zaballos ha sido uno de los más grandes pintores que he conocido. Aunque vivió en París y Madrid muchos años, se sentía salmantino hasta la médula y sobre todo de Béjar, una ciudad textil por excelencia. Algunos de sus años más felices los pasó en su "estudio de los pinos", en Béjar, donde pudo trabajar con la luz y la tierra para sus investigaciones pictóricas. Por cuestiones políticas tuvo que dejar aquel lugar y buscar otro sitio. Encontró un local que le cedió el Ayuntamiento durante una serie de años. Ahí instaló su "museo" particular. Sus familiares y amigos lo despedimos en este lugar, tras su muerte, este verano. No me apeteció reproducir por aquí lo que dije entonces, pero no fui demasiado condescendiente con las autoridades de su "pueblo" ni con la escasa admiración de sus vecinos. Como suelo decir a mis alumnos, España es un país acostumbrado a echar la culpa de todo a los políticos, que no son más que nuestros representantes, unas personas que elegimos para que estén a nuestro servicio. Seguramente de esa forma nos olvidamos de analizarnos a nosotros mismos.
Anoche me llamó por teléfono la profesora Yolanda González López,
amiga común de ambos, y entre otras cosas me dijo que le habían quitado el local. La familia se ha hecho cargo de los cuadros y el lugar de la fotografía se va a dedicar a otra cosa. Obviamente, lo lógico hubiera sido convertirlo en un museo, aunque en realidad ¿para qué? ¿Para que dentro de unos años los jóvenes pasen por la puerta y se pregunten quién era Antonio Zaballos? Su pintura no fue entendida en su momento y me temo que los españoles solo vamos a los museos cuando se hace una enorme publicidad sobre alguna exposición en los medios de comunicación.
Me tomo el primer café de esta mañana de otoño que ya empieza a ser un poco fría, y recuerdo los últimos años en que desayuné con Antonio en la casa de Yolanda en la Sierra de Francia. Y recuerdo cuando una tarde paré el coche en las Batuecas, puse esta música y Antonio y yo empezamos a bailar en medio de la montaña:
Solamente hay que ver a la gente inteligente que componen los gobiernos, sobretodo éste último, para saber que en el gobierno de los pueblos son también muy inteligentes, listos y aficionados a las bellas artes y a la lectura. En Béjar deben estar saturados de artistas, lo caben, y es lógico que un "ayuntamiente" así pues reniegue de alguno, les quite una sala para visitar las obras, en este caso de Antonio, y que tire sus obras si no hubiera podido hacerse con ellas la familia.
ResponderEliminarYa se sabe la cantidad de asnos que llegan arriba para vivir del cuento aunque hayan sido elegidos por el pueblo, pensando éste que iban a defenderlo.
En fin, siempre se van los mejores y van quedando los zafios, arrinconando cultura y posibilidades de poder despegar hacia una vida mejor para todo el pueblo. El interés pecuniario es lo que guía a esos menesterosos deseosos de tener el culo calentito y bien pegado en la poltrona.
El pueblo, saliendo a la calle, es quién les debería echar.
Solamente hay que ver a la gente inteligente que componen los gobiernos, sobretodo éste último, para saber que en el gobierno de los pueblos son también muy inteligentes, listos y aficionados a las bellas artes y a la lectura. En Béjar deben estar saturados de artistas, lo caben, y es lógico que un "ayuntamiente" así pues reniegue de alguno, les quite una sala para visitar las obras, en este caso de Antonio, y que tire sus obras si no hubiera podido hacerse con ellas la familia.
ResponderEliminarYa se sabe la cantidad de asnos que llegan arriba para vivir del cuento aunque hayan sido elegidos por el pueblo, pensando éste que iban a defenderlo.
En fin, siempre se van los mejores y van quedando los zafios, arrinconando cultura y posibilidades de poder despegar hacia una vida mejor para todo el pueblo. El interés pecuniario es lo que guía a esos menesterosos deseosos de tener el culo calentito y bien pegado en la poltrona.
El pueblo, saliendo a la calle, es quién les debería echar.