Ya sé que mucha gente puede vivir sin mojar la magdalena en un té o en un café, inclinando la cabeza ante el jefe de turno, sacando banderas a la calle mientras tocan el claxon, apoyando a dictadores que prometen sacarnos de la pobreza o que garanticen el dominio de la raza blanca, los machos alfa y los poseedores de la verdad absoluta. Pero yo no puedo, y tal vez por eso sigo organizando tertulias de literatura basadas en la libertad de opinión y tomándome un café cada mañana en este rincón del mundo que llamamos Facebook. Y escuchando una música como esta:
https://www.youtube.com/watch?v=PrWpQsLxMOM
Si Marcel Proust hubiera conocido en París a Romy Schneider seguro que la habría convertido en su adorada Albertine, aunque su gran amor fuera un hombre.
Son las cosas de la vida.
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