miércoles, 14 de octubre de 2020

"Proust".

Ayer por la tarde tuvimos una fiesta de la literatura en la tertulia virtual del Café Gijón, hablando de Proust y su búsqueda del tiempo perdido.
 
¿Cómo funciona el sistema Proust que defiende el profesor y escritor Fernando Gil Villa que nos acompañó como invitado? La respuesta es a través de la observación. Como buen narrador, Proust observa como si fuera un prisma, cubriéndolo todo. El prisma es el rey de los espejos; varios espejos reunidos en uno conforman la figura de complejidad interiorizada por este escritor. Sin embargo, Proust va más allá, en el sentido de que alterna la observación de su yo con la del entorno familiar y social. Para ello tiene que distanciarse de lo que observa, pero no para lograr ser un componente de la sociedad, sino el entorno de la misma. Proust busca el embellecimiento máximo de la vida y al final de los 7 tomos de su novela consigue levantar una obra que es como una catedral. En cierta medida la literatura nos ayuda a sobrevivir porque nos quita el miedo a la muerte, y me imagino que para eso se levantaron las catedrales y se escribieron libros como este. 
 
La tarde estuvo llena de catedráticos; además de Fernando, nos acompañaron Javier del Prado, Germán Gullón y Javier Pérez Bazo, y una gran cantidad de escritores de los que no quiero olvidarme, incluyendo al editor del libro, de la Universidad de Salamanca.
 
Al final la escritora Patricia Martínez me escribió para decirme que era conmovedor que me empeñara en seguir haciendo tertulias y reuniendo a tanta gente interesante. No sé si la respondí entonces, porque tengo tantas cosas en la cabeza y habito tantos "mundos posibles" que a veces me despisto un poco. Así que ahora, mientras me tomo el primer café de la mañana, y antes de irme a la universidad, le diría que intentar expandir la cultura es algo que me sale solo, sin ningún esfuerzo, como otros beben cerveza, ven partidos de fútbol o celebran fiestas patrióticas. Supongo que por eso soy profesor y escritor, en ese orden, y a pesar de todo me sigue gustando jugar con los niños, saltar en los charcos y utilizar la luna como si fuera una cometa, y soltarla para que vuele con entera libertad.
 
Ante esta situación tan difícil que está viviendo la humanidad, podemos hacer dos cosas, y a mí no me gusta quejarme.
 





 
 
 

 

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