sábado, 25 de junio de 2022

"Arde Prometeo de Presina Pereiro y la última ópera de Wagner".

 

 
La tarde anterior a la presentación en Madrid del libro de poemas de Presina Pereiro "Arde Prometeo", este jueves en la librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes, escuché "Parsifal", la última ópera de Wagner. Esta es una obra capital porque en ella el compositor consiguió llegar a lo más profundo de la música, lograr apresar el tiempo, condensarlo, casi definirlo en el interior de una obra de arte. Es lo que siempre pido a la literatura actual, la "espacialización del tiempo". Por aquí empecé a hablar para referirme al libro de Presina. El año pasado se quemó la librería "Prometeo", de Málaga. Jesús Otaloa, su dueño, estuvo con nosotros; ahora intenta levantarla de nuevo, entre otras cosas, con gestos como los de Presina Pereiro, que ha donado a la librería y a ediciones del Genal los derechos de autor. Se sabe que Prometeo devuelve el fuego a los mortales, después de que los dioses les hubieran castigado por atreverse a cocinar los alimentos. Es a lo que alude el antropólogo Lévi-Strauss, que distingue entre "lo crudo y lo cocido". Junto a este aspecto me referí al papel social y cultural del arte, como buscaba Wagner. Después de hablar de todo esto, entré en el "paratexto" que me permitían los versos de Vicente Aleixandre que Presina cita al inicio: "Duele el día, la noche, /duele el viento gemido, /duele la ira o espada seca, /aquello que se besa cuando es de noche". ("Humana voz"). Centrado lo que mi maestro Antonio García Berrio en Teoría de la Literatura llamaría la parte exterior del texto, entré en la "sustancia" interior, para lo que me apoyé en Croce, Bajtín, Welleck y Warren. Cualquier análisis de un texto debe distinguir entre lo inmanente y lo trascendente. Esa unión, junto al carácter universal (el tiempo y el espacio, la imaginación y la fantasía), es lo que puede otorgar calidad al mismo. La figura del padre es "esencial" en este libro, lo que queda patente en "la calma de la espuma de la playa" que encontramos en el poema 14 (en total son 15 poemas y mi recorrido crítico lo hice del final hacia el principio). En el poema 13 "ya no duda" y en el 12 se abre al viaje, como el propio libro, un viaje que realiza la voz poética hacia el encuentro de sí misma y que culmina con la presencia (o la ausencia) del padre. El viaje vital está bien amueblado con la oportuna alusión al "Gilgamesh" (es el poema épico más antiguo que se conserva) en el poema 11 y su referencia a alguien que podría ser Borges (poema 10) y la aparición del propio Borges en el poema 7. Antes la cultura literaria de la autora nos ha llevado a Marrakech de la mano de Goytisolo, y yo vuelvo a pensar en Aleixandre y sus poemas a Málaga. Volvemos al padre, a la tierra. 
 

Y esto me parece emocionante porque Presina ha llegado hasta mí a través del intelecto, "espacializando el tiempo", como hizo Wagner con Parsifal. 

 
Luego ya todo será emoción:
 
 












 

 

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