La
tarde anterior a la presentación en Madrid del libro de poemas de
Presina Pereiro
"Arde Prometeo", este jueves en la librería Antonio Machado del Círculo
de Bellas
Artes, escuché "Parsifal", la última ópera de Wagner. Esta es una obra
capital porque en ella el compositor consiguió llegar a lo más profundo
de la música, lograr apresar el tiempo, condensarlo, casi definirlo en
el interior de una obra de arte. Es lo que siempre pido a la literatura
actual,
la "espacialización del tiempo". Por aquí empecé a hablar para referirme
al libro de Presina. El año pasado se quemó la librería "Prometeo", de
Málaga. Jesús Otaloa, su dueño, estuvo con nosotros; ahora intenta
levantarla
de nuevo, entre otras cosas, con gestos como los de Presina Pereiro, que
ha
donado a la librería y a ediciones del Genal los derechos de autor. Se
sabe que Prometeo devuelve el fuego a
los mortales, después de que los dioses les hubieran castigado por
atreverse a cocinar los alimentos. Es a lo que alude el antropólogo
Lévi-Strauss, que distingue entre "lo crudo y lo cocido". Junto a este
aspecto me referí al papel social y cultural del arte, como buscaba
Wagner. Después de hablar de todo esto, entré en el "paratexto" que me
permitían los versos de Vicente Aleixandre que Presina cita al inicio:
"Duele el día, la noche, /duele el viento gemido, /duele la ira o
espada seca, /aquello que se besa cuando es de noche". ("Humana voz").
Centrado lo que mi maestro Antonio García Berrio en Teoría de la
Literatura llamaría la parte
exterior del texto, entré en la "sustancia" interior, para lo que me
apoyé en Croce, Bajtín, Welleck y Warren. Cualquier análisis de un texto
debe distinguir entre lo inmanente y lo trascendente. Esa unión,
junto al carácter universal (el tiempo y el espacio, la imaginación y la
fantasía), es lo que puede otorgar calidad al mismo. La figura del
padre es "esencial"
en este libro, lo que queda patente en "la calma de la espuma de la
playa"
que encontramos en el poema 14 (en total son 15 poemas y mi recorrido
crítico lo hice del final hacia el principio). En el poema 13 "ya no
duda" y
en el 12 se abre al viaje, como el propio libro, un viaje que realiza la
voz poética hacia el encuentro de sí misma y que culmina con la
presencia (o la ausencia) del padre. El viaje vital está bien amueblado
con la oportuna alusión al "Gilgamesh" (es el poema épico más antiguo
que se conserva) en el poema 11 y su referencia a alguien que podría ser
Borges
(poema 10) y la aparición del propio Borges en el poema 7. Antes la
cultura literaria
de la autora nos ha llevado a Marrakech de la mano de Goytisolo, y yo
vuelvo a pensar en Aleixandre y sus poemas a Málaga. Volvemos al padre,
a la tierra.
Y esto me parece emocionante porque Presina ha llegado hasta mí a través del intelecto, "espacializando el tiempo", como hizo Wagner con Parsifal.
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