lunes, 27 de junio de 2022

"Ya me lo dijo Abigail".

Un agradable domingo por la mañana en Madrid se pueden hacer muchas cosas, como por ejemplo callejear, pues es lo que más me gusta. Incluso puedes encontrarte con la "magdalena" de Proust en la calle Pelayo, continuar por la calle Hortaleza después de comprar queso y dátiles en el Mercado de San Antón, con ese restaurante tan agradable de la terraza, y curiosear un rato en la antigua librería Pérez Galdós, que aún sigue ahí, de pie derecho, antes de meterte en la Casa del Libro, como haces siempre que pasas por la puerta, y comprarte la última novela de uno de los escritores actuales que más te interesan, Houllebeck y su "Aniquilación", que acaba de salir este mes de junio. Ya hablaré de esta novela cuando la lea. Por otra parte, podías haberte metido en alguna de las manifiestaciones que había por Madrid, como la de "no a la OTAN", desayunado en aquel bar de la calle Libertad, lleno de jóvenes extranjeros esperando en la puerta para entrar, integrarte en la cola de Primark o en la de la tienda del Real Madrid. Hay que reconocer que no se puede obligar a leer a todo el mundo.
Vale, soy muy intelectual; nadie es perfecto.
 
Ya se sabe que "para gustos, los colores", como reza el viejo adagio latino, "gustibus non disputadum", pero en mi caso no es cierto del todo, pues mis colores son rojos y blancos, como también le ocurre a Sabina, jeje. 
 
En realidad soy el intelectual más superficial que conozco, como me dijo una vez Abigail, una alumna que tuve cuando empezaba a dar clase en la Universidad y me iba a cenar con mis alumnos al acabar el curso:
 

 

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