viernes, 17 de junio de 2022

"Un hermoso libro para los días de calor".

Me gustan las casualidades, me divierten. Y a este libro me llevaron algunas casualidades. Hablando el domingo con Yolanda Brown de la tesis que está haciendo sobre mi obra, mencionó a su amiga Ada Vilageliu que se fue a dar clase a Georgetown, y que tuvimos como invitada en la tertulia del Gijón hablándonos de su especialidad, la literatura afroamericana y caribeña, sobre la que escribió su tesis y que explica en Estados Unidos. Al día siguiente me pidió amistad en Linkedln un alumno de la Carlos III al que acabo de dar clase en un máster sobre Geoestrategia y Geopolítica, y que ahora está también en Georgetown. Saúl Martín expuso el caso de Oriente Medio, y se detuvo en Irán. Entre los libros amontonados sobre un tocadiscos antiguo que aprecio mucho, apareció unas horas después "La casa de la mezquita" que aún no había leído. Tras leer la primera página pensé que merecía la pena seguir adelante. Me la había regalado en 2009 -el año en que la publicó Salamandra- una de mis discípulas de origen islandés, Alicia Coronil Jonson.

Kader Abdolah es un escritor neerlandés que nació en Irán en 1954 y estudió "Física" en la Universidad de Teherán. Formó parte de la resistencia estudiantil contra el sah, y más tarde, contra el régimen del ayatolá Jomeini. Redactor de un periódico clandestino, tuvo que huir de su país en 1988 y encontró asilo político en Holanda, donde vive desde entonces (en la fotografía con su hija Bahar). Su nombre es Hossein Sadjadi Ghaemmaghami Farahani, aunque adoptó el de Kader Abdolah en homenaje a los dos amigos de la resistencia que fueron asesinados. 
 
Cada capítulo de la novela es como un cuento oriental interpretado por alguno de los personajes que viven en aquella casa adosada a la mezquita, cercanos al imán. Aga Yan, el patriarca de la familia, es un próspero empresario de alfombras muy respetado y querido en el zoco, así como en toda la ciudad de Seneyán. Esta ciudad es una tranquila y pequeña ciudad de Irán. Todos son amigos y comparten vidas y alegrías. Sin embargo, la calma se rompe en el momento en el que empiezan movimientos insurgentes proclives a echar al sha del país. Los grupos integristas, unidos a las milicias izquierdistas, logran poco a poco hacer tambalear al gobierno. El momento álgido llega cuando Jomeini alcanza el poder y todo cambia. 
 
Me hice la foto ayer sentado en un banco de la calle Fuencarral, a la sombra, claro, mientras escuchaba con los cascos la misma música que escucho ahora cuando me tomo un café -de una película iraní sobre un sabio sufí- y pienso en lo poco que sé de casi nada. Entre otras cosas soy profesor para seguir aprendiendo de mis alumnos y mis amigos:
 

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