Me refiero a Miguel Ángel Buonarrotti en una película ruso /italiana de Andrey Konchalovsky que se ha estrenado en mayo en España y que vi el domingo pasado en los cines Princesa. A punto de cumplir 85 años, su director se encuentra montando, estos días, dos obras de teatro en Italia y finalizando una nueva película. De él recuerdo su película "Siberiada" (1978) y su colaboración de joven con Andréi Tarkovski, uno de mis directores favoritos, que aparece en mi libro "La paz de febrero" y a quien dediqué uno de mis "Cuentos de los otros". Su ensayo "Esculpir el tiempo" siempre ha sido uno de mis libros de cabecera.
Nos encontramos en la Florencia de principios del siglo XVI:
Aunque muy popular y considerado un genio por la mayoría de sus compañeros, Miguel Ángel vive en la pobreza, agotado por su lucha para acabar la Capilla Sixtina. Cuando su mecenas (el papa Julio II, Della Rovere) fallece, se obsesiona por conseguir el mejor mármol para acabar su tumba. Su mayor prueba viene cuando el Papa León X (ya de la familia Médici), accede al papado y le entrega un nuevo encargo, terminar la fachada de la basílica de San Lorenzo. Él trata de sobrevivir a todos, amigos y enemigos, incluso a sus traumas y pasiones, y encontrar la inspiración en aquellos inmensos bloques de mármol de Carrara. El genio de Caprese visitaba las canteras en busca del bloque perfecto, que le mostrara la obra que llevaba en su interior, y que dio lugar al David, uno de las obras más hermosas de la humanidad. En la película no se muestra el proceso creativo de cada obra; es como si Konchalovsky hubiera filmado "creando" directamente sobre el mármol artístico. Y al final "crea" un diálogo imaginario entre Miguel Ángel y Dante Alighieri que también podría haber filmado Pasolini.
Como antes de la pandemia, éramos cinco personas en la sala (sin incluirnos a nosotros). Hasta allí llegaban de vez en cuando los gritos de los seguidores de un equipo de fútbol que había ganado un partido. Y a veces no nos dejaban escuchar bien la música de la película:
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