miércoles, 19 de abril de 2023

"La lengua de mi madre", de Miguel Veyrat, en las tertulias de Justo Sotelo.



Miguel Veyrat es un poeta universal, en el sentido de Shakespeare, Cervantes, Kant, Goethe, Eliot o Juan Ramón, y esto es lo máximo que yo puedo decir de un poeta, de un escritor en general. Así que en este punto podría terminar mi presentación de un libro de poemas estructurado en nueve partes y una coda, y editado con elegancia por Lastura en diciembre de 2022. En realidad lo que quiero contar en los próximos 10 minutos es cómo se llega a esta Universalidad a través del inconsciente y la razón de Veyrat. Su libro comienza con estos versos: “No tuvo idioma ni matiz alguno./ Tampoco su lengua libre/ marcaba acento” (p. 11), para decir acto seguido que “soy ahora dueño de la conciencia”, lo que me lleva a pensar en Jung, Lévi-Strauss y, por supuesto, en Lacan. El ser se revela mediante la presencia de los sueños, de los actos equivocados, de los olvidos y los aciertos, de todas esas repeticiones que se apoderan de nuestra vida y le marcan el camino. Ese núcleo de ser, oscuro para nosotros mismos, que es el inconsciente, se construye con el conjunto de palabras pronunciadas por los demás (el campo del Otro) a lo largo de la vida. “Se desnuda la palabra” en busca del “labio que lo dice”, nos dice Veyrat en el poema “Un latido” (p. 13). Ya sabemos que en el principio fue el Verbo y esto lo sabe bien el poeta, y nacerá el niño de una madre. 

 

En 2013 estudié la “Poética” de Veyrat, que publicó la editorial Izana, a propósito de una de sus novelas. Allí aludí a la influencia de Eliot en toda una generación y también a la Guerra Civil. La madre de Veyrat fue su madre, pero también lo fueron en sentido metafórico la lengua, el texto, es decir, la propia literatura. En la página 31 nos encontramos el poema “Candor de antiguo animal”, que me lleva a pensar en el discurso de recepción del Nobel por parte de Toni Morrison en 1993, porque la vida, y la literatura, son vasos comunicantes: “El lenguaje que es el alma/ será lo que queda cuando/ la vida se despeña/ y preña de nuevo la gota/ de sangre de Adán/ que se hizo carne y habitó/ entre nosotros con/ su llanto roto sobre los ríos”. Miguel Veyrat nació en Valencia el 28 de julio de 1938, como él mismo dice en “Fronteras de lo real. Escrito sobre poesía”, donde se recogen una serie de estudios teóricos que componen su “Poética” (Veyrat, 2007: 135). Ese día León Felipe daba un recital en la misma ciudad y Max Aub impartía una conferencia, un poco antes de que ambos salieran hacia el exilio (Sotelo, 2013: 136). “Y así, mientras nacían muchos más niños en las mismas condiciones que yo (…) se configuraba una generación que iba a crecer recibiendo en su boca la más dura bofetada”. Por eso veo en el poeta Veyrat aquella expresión de Foucault sobre el “inconsciente archivado” atravesado por el fantasma de la Guerra Civil. Veyrat estudió en las Universidades de Barcelona y Navarra y después en Cambridge y la Sorbona y conoció un mundo diferente, como el que representaba Eliot y el primer verso del segundo de los “Cuatro Cuartetos”, que aparece como epígrafe en su primer libro de poemas publicado: “In my beginning is my end (En mi principio está mi fin)”.


De Eliot aprenderá Veyrat que el escritor no solo pertenece a su generación sino al sentimiento de toda la literatura desde Homero, como un orden y una existencia simultánea, lo que le llevará a escribir que “la mente del poeta es, de hecho, una vasija de acopio y almacenamiento de innumerables sentimientos, frases, imágenes, que permanecen latentes hasta que todas las partículas logran unirse para formar un nuevo compuesto. Y lo que cuenta no es la grandeza, la intensidad de las emociones, sus componentes, sino la intensidad del proceso artístico, de la presión, por así decirlo, bajo la cual ocurre la fusión” (Veyrat, 2007: 144). El yo asume para Veyrat un carácter universal que representa el viaje del ser humano por la lengua y su dispersión en el tiempo a través de lo que describe como los espacios en ruina o la escombrera de Babel donde se quebró el silencio. Y así entrecruzan el plano individual y el colectivo, y la unión de la madre con la Madre Tierra. Es Gea, la madre colectiva, la Pangea de su versión oceánica.

 

En la página 33 nos encontramos el poema “Antilacan”:

 

"ANTILACAN".

 

"Pero la madre no tiene lengua

                       la madre tiene voz

Voz materna que se convierte

en la lengua cuando

se muestra en habla no

son ya solo sonidos

Serán lenguaje cuando abrace

el alfabeto con los

recuerdos del momento caer

a dar en propio son

sus sonidos llegados del Otro".

 

            Entre los años 1960 y 2000 Veyrat trabajó como periodista en los géneros del reportaje, columnas y entrevistas de fondo. Llevó a cabo misiones como enviado a medio mundo, y destacó como corresponsal para diversos medios, como Nuevo Diario y Televisión Española, en París, Ginebra, Rabat, Argel, Roma, Londres y Dublín. Durante la Dictadura perteneció a la dirección de la Junta Democrática en París como miembro del Partido Comunista, que abandonó en 1978. Ya en España , perteneció al equipo que fundó el diario Expansión. Luego creó y dirigió durante años Documentos TV. Como subdirector de los Servicios Informativos organizó la redacción en Madrid de la cadena europea Euronews, y dirigió las redacciones en lenguas extranjeras de Radio Exterior de España. Desde el año 2000 se ha dedicado solo a la literatura, publicando libros de poesía, narrativa, periodismo y ensayo. Lo que ha dominado es su mundo poético y de alguna forma se consuma en la búsqueda de la lengua, de la lengua de su madre. Tras leerlo recordé dos frases de Lacan. Por una parte que “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, y, por otra, que “el inconsciente es el discurso del Otro”. Lacan distinguió tres registros de la realidad humana y de la práctica analítica: el imaginario, el simbólico y el real. El lenguaje pertenece al orden simbólico y es el que permite los intercambios humanos, como el pacto, la traición, la política, la vida familiar, la academia o el trabajo remunerado.

 

            Esta es la poesía de Veyrat en este último libro, diría que en todos sus “últimos libros”. Y ahora vuelvo a pensar en Kant, al que mencioné al principio. El otro día me habló mi hijo de Plotino y Platón, y hoy me he despertando escuchando a Mozart y pensando en otras tertulias de hace más de 200 años. En un cuadro de Emil Dörstlin, del año 1892, nos encontramos con Kant conversando con sus amigos (como ahora estamos haciendo aquí mismo). Me refiero a Johann Conrad Jacobi; a la derecha, al lado de Kant, el comerciante inglés Robert Motherby; a su lado, Johann Georg Hamann; detrás de él, de pie, se encuentra el profesor Christian Jakob Kraus; al lado vemos sentados a Johann Georg Scheffner y a Karl Gottfried Hagen. Delante de la mesa están sentados Ludwig Borowski, alta dignidad de la Iglesia protestante y primer biógrafo de Kant, y Theodor Gottlieb von Hippel el Viejo, que era el alcalde de Königsberg y escritor. Kant no salió prácticamente nunca de su ciudad natal, Königsberg; realizó el gran viaje hacia el interior de nuestra mente o, dicho con su lenguaje, a los límites en que trabaja y percibe el mundo nuestra razón, cuyo funcionamiento es universal, común a todos los seres humanos.

 

La influencia de Kant sobre mi pensamiento es importante y esta influencia la he visto reflejada en “La lengua de mi madre”, aunque Miguel Veyrat no pensara en él directamente. Me explicaré para terminar (o comenzar esta presentación, ya que yo también vuelvo al principio, como ha sucedido con el libro de Veyrat). Kant considera que el entendimiento no recibe en realidad leyes de la naturaleza, sino que las que "descubre" en la naturaleza son leyes que el entendimiento ha puesto a priori. Por tanto es la teoría la que decide lo que puede, o no, observarse; es decir, únicamente creemos conocer una cosa mediante la razón cuando tenemos consciencia de que ya habíamos podido conocerla incluso si no se hubiera ofrecido a la experiencia. Conocimiento racional y conocimiento a priori serían idénticos. Esta idea kantiana tiene sentido gracias a la diferencia que realizó entre "verdades de razón" (se consiguen por juicios analíticos basados en una actividad intelectual lógica) y "verdades de hecho" (por juicios sintéticos según la observación y experimentación). Con ello el conocimiento de la realidad evoluciona con las verdades conferidas por la misma razón, es decir, con la capacidad lógico-deductiva del observador, y aquí es donde entiendo que opera la razón de Miguel Veyrat en la “reconstrucción” del lenguaje de su vida hasta llegar a la lengua de su madre. En su "Crítica de la razón pura" Kant dice que "Nunca debo atreverme a opinar sin saber al menos algo mediante lo cual el juicio meramente problemático en sí mismo se conecte con la verdad".

 

Seguro que si Kant hubiera vivido en la actualidad, también habría venido a esta tertulia en Casa Manolo, se habría tomado una manzanilla como yo y abrazado a Miguel Veyrat, como hago yo en este momento.

 

Bibliografía.

 

-         Kant, Inmanuel (1787), Crítica de la razón pura, Gredos, 2017, Madrid.

-       Lacan, Jacques (1966). Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.    

-   Morrison, Toni, https://www.nobelprize.org/prizes/literature/1993/morrison/lecture/

-    Sotelo, Justo (2013), El mundo posible de Paulino. Consideraciones teóricas acerca de “Paulino y la joven muerte”, de Miguel Veyrat, Izana, Madrid.

-       Veyrat, Miguel (2007), Fronteras de lo Real. Escritos sobre poesía, Calima, Palma de Mallorca.

-          (2022),  La lengua de mi madre, Lastura, Madrid.

 









 

 

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