domingo, 23 de abril de 2023

"El libro o enamorar sin tocar".

Una vez una ex alumna encantadora me dijo por los pasillos de la Facultad que le gustaba mucho cómo escribía y añadió que algunos escritores podemos enamorar "sin necesidad de tocar", lo que me indujo a pensar en cuántas mujeres habré acariciado en mi vida sin acariciar, besado sin besar, amado sin amar. Con cuántas mujeres habré paseado a lo largo de mi vida por la orilla del mar o de un río sin hacerlo realmente. Con cuántas me habré acostado solo entre las páginas de los libros.
 
Y ahora me tomo el primer café de un domingo agradable mientras observo la foto que me saqué ayer al mediodía en el barrio. Detrás de mí se ven unas flechas que me llevan a pensar en los viajes. La literatura es un viaje en sí mismo. Las metáforas que nos gustan a los escritores representan ese llevar al lector de un sitio a otro. Por esto mismo pienso en una de mis novelas más viajeras, "Vivir es ver pasar" (1997), un viaje de Madrid a París, de ida y vuelta, y que gira sobre el jazz y Cortázar. Sé que la escribí para recordarme cuáles eran las cosas que me importaban a los veintitantos años: el amor, el sexo, la amistad, la solidaridad, la literatura y el arte. No deseaba olvidarme de ellas y pensé que escribírmelas era una manera como otra cualquiera de mirar hacia adelante y reflexionar sobre lo que había vivido. El protagonista camina por la vida sin implicarse en lo que ocurre alrededor, hasta que no tiene más remedio que tomar partido por el amor, que es lo único que merece realmente la pena en esta vida. 
 
Comienza de esta forma: 
 
"¡Os habéis fijado: Madrid siempre está a la espera! Suele vestirse de otoño para representar su papel de amante ideal. Es cuando observamos cómo la niebla del alba nos hace el río más ancho, más caudaloso, "más mayor". Madrid al amanecer, de escarcha, ciudad sonámbula. Madrid en otoño abrigada de melancolía. Madrid ilusionada con su príncipe azul, en el instante en que alguien certifica el nacimiento del amor verdadero o de la princesa azul..." 
 
La portada es del pintor salmantino Antonio Zaballos, y solo por eso me gusta mirarla de vez en cuando y pensar en nuestra amistad de tantos años. La amistad es otra cosa que también vale la pena en esta vida. 
 
Y el jazz, claro:
 
Feliz Día del Libro, amigos.
 

 

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