"Muy querido Justo, esta mañana al despertar en mi cama de la calle del León en mi barrio más amado de Madrid, vibraban todavía en mi cabeza todas vuestras palabras, sonrisas, abrazos tanto tiempo ausentes. Encuentro ahora pocas palabras para agradecer adecuadamente todo el respeto, cariño y admiración que siento por la gran obra, monumento sería más apropiado, que semana a semana has sabido construir. Jamás había recibido tantas muestras de reconocimiento y afecto por mi obra literaria que en la tarde de ayer. Y otorgados de ese modo alegre, auténtico y natural, sin estridencias ni falsos halagos. La naturalidad sería el mejor elogio que se podría hacer a tu obra social a la que el título de “Tertulia“ le viene corto. Gracias pues a ti y a todos los compañeros y amigos que ayer convirtieron la tarde del 18 de abril de 2023 en una de las más felices y entrañables de mi vida".
Ayer apenas pude responder a los amigos que escribieron varios comentarios a la tertulia que tuvimos el martes con Miguel Veyrat; ni siquiera a las anteriores palabras de agradecimiento del propio Miguel que acabo de leer mientras me tomo el primer café de cada día. La tertulia es lo que es gracias a las personas que la integran, a su compromiso con la literatura, el arte y la belleza, a su calidez, a su inteligencia.
Esta mañana no voy a leer las cartas amarillas de Nino Bravo, como hice el otro día cuando se cumplieron 50 años de su muerte. Sin embargo, este valenciano (como también lo es Miguel Veyrat) tiene una canción que define mi forma de ver la vida, la tertulia, las clases en la Universidad y mi trato con la gente.
Gracias a todos, amigos, y no nos olvidemos de ser libres:
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