Siempre me ha gustado el frío. Hacía tiempo que no me daba una vuelta por Burgos y no entraba a leer y escribir en el Café España, junto a la Plaza Mayor. Y a tomar un carajillo en aquellas tardes de frío y bohemia. Ayer lo encontré cerrado y recordé mis lecturas en este lugar de algunos libros de Thomas Bernhard y Peter Handke, como "La calera" y "El momento de la sensación verdadera" que, de alguna forma, siempre me han parecido apropiados para el invierno. Es lo que tiene cierto uso del "lenguaje" que tarda en que entres en calor mientras te atrapa cada frase, cada repetición que te terminan hipnotizando. Como en las grandes novelas, no pasa nada, todo se queda en el lenguaje, el lenguaje es la novela, como el jazz, como mis noches en el Hotel del Cid, que está a un paso del Café, frente a la famosa fachada de postal de la catedral, quizá la más hermosa junto a la de Toledo, que también he recorrido de arriba abajo en busca del castellano, como ayer en busca de la tumba del Cid y la memoria de Menéndez Pidal.
Aquellas tardes de frío y bohemia, tardes de teatro y noches de jazz junto al piano del Café, con Anatole Jazz y con ella. Después de todo, el pianista ideal es el que quiere ser piano:
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