Ana es una gatita del norte de Tenerife que se pasea por todos los sitios en una cesta a las espaldas de mi hijo. En esta foto de antes de ayer se la ve escuchando las explicaciones sobre los restos de San Millán que se conservan en una urna en el monasterio de Yuso. Cuando la guía se percató de su presencia, casi al final de la visita, dijo que allí no se admitían mascotas, y como es lógico nos fuimos. Siempre que alguien no me quiere, me marcho. Me ha ocurrido en más de una Universidad y otros sitios. Como solía decir mi madre, "con mi dinero voy donde quiero", así que seguimos el camino del Cid que nos contó Menéndez Pidal, y llegamos al pueblo medieval de Santa Gadea. Aquí se produjo la famosa Jura que no sale en el "Cantar de Mio Cid", pero que sí aparece en un romance recogido en el "Cancionero" de 1550, impreso en Amberes por Martín Nucio. Es el juramento que tuvo que prestar el rey Alfonso VI de León en la iglesia de Santa Gadea, a finales de 1072, y demostrar que no había tomado parte en el asesinato de su propio hermano, el rey Sancho II de Castilla, quien había sido asesinado durante el Cerco de Zamora, que estaba en manos de su hermana, la infanta Urraca. Menéndez Pidal dio su "visto bueno" argumental a la película de Anthony Mann que interpretó Charlton Heston en 1961, una de mis preferidas en la infancia. (Mientras escribo esto leo el último comentario al post de ayer por parte de Javier del Prado, aludiendo a su profesor Dámaso Alonso y su ayudante de "ojos azules" Pilar Vázquez Cuesta. Me ha llamado la atención, así que voy a leer algo sobre ella. A Dámaso ya le hemos dedicado alguna tertulia, y aprendí mucho con su libro de 1962, del que me examiné en su dia, "Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Garcilaso, fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega, Quevedo).
REY ALFONSO: Rodrigo Díaz de Vivar, llamado el Cid, ¿por qué vos os negáis a mostrarme fidelidad?
EL CID: Señor, todos los aquí presentes, aunque no se atrevan a decirlo, abrigan la sospecha de que habéis tramado la muerte de vuestro propio hermano. A menos que probéis vuestra inocencia, nunca podréis contar con súbditos leales, y la duda destrozará vuestro reino, y en tanto sea así no puedo juraros fidelidad, ni aceptaros como soberano.
REY ALFONSO: ¿Cómo queréis que os demuestre mi inocencia?
EL CID: Jurando sobre las Sagradas Escrituras.
REY ALFONSO: ¿Os atrevéis a decirme que jure?
EL CID: Señor, os lo estoy diciendo.
REY ALFONSO: Está bien.
EL CID: ¿Juráis no haber ordenado la muerte del rey Don Sancho ni haber participado directamente en ella?
REY ALFONSO: Lo juro ante Dios.
EL CID: ¿Juráis igualmente que jamás habéis aconsejado que se le quitara la vida al rey Don Sancho?
REY ALFONSO: Lo juro también.
EL CID: ¿Y también juráis que no fuisteis el que proyectó la muerte del rey Don Sancho, ni teníais intención de hacerlo?
REY ALFONSO: Lo juro.
EL CID: Si hubierais jurado en falso, permita Dios que muráis del mismo modo que vuestro hermano, apuñalado por la espalda por mano de un traidor. Decid amén.
REY ALFONSO: Lleváis las cosas demasiado lejos, Rodrigo.
EL CID: Decid amén.
REY ALFONSO: Amén.
Confieso que no hice jurar a aquella guía del monasterio sobre si le gustaban o no las mascotas, ni siquiera las suyas si las tuviera, pero en cambio seguí escuchando esta deliciosa música durante el viaje a los orígenes del castellano:
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