martes, 11 de diciembre de 2018

"Cuarteto de Alejandría".

"Las ideas y objetos que se te contrapongan. El lío de poseer unos bellos intentos, ideales enormes de profundos deseos y eso de tener que sufrir las inocentadas belicosas de cada día que pasa, si tú no estás".

"Balthazar", "Mountolive" y "Clea" son los otros volúmenes de "El cuarteto de Alejandría", junto a "Justine", de Lawrence Durrell. Los cuatro cuentan lo mismo, pero desde el punto de vista de cada personaje. La nueva versión desmonta la anterior, la contradice y la completa. Lo que en principio era una historia de oscuras pasiones entrecruzadas en el interior de una ciudad que lo devora todo, donde la Justine de Durrell es un trasunto de la Justine de Sade, deja paso a asuntos políticos y religiosos, con temas de espionaje, complots, violencia y dinero en el contexto de la Segunda Guerra mundial y sus antecedentes. No obstante esta obra es, por encima de todo, esa ciudad cosmopolita y viciada, y la fuerza de sus personajes. No es fácil leer algo de tanta calidad, siempre a partir del tono, el lenguaje y la atmósfera, que es como se escribe la buena literatura.

Las palabras del principio conforman la dedicatoria que me escribió alguien cuando me regaló "Justine". Yo era muy joven y todavía no sabía si sería escritor. Al final te vas haciendo escritor porque lees las cosas que tienes que leer, mientras vives intensa y apasionadamente la vida como si la estuvieras escribiendo.

O te la estuvieran escribiendo.

Entre ser escritor o vividor siempre he sabido lo que tenía que elegir.




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