El aeropuerto se encuentra cubierto por la niebla, el avión sale con
retraso y al lado unos mochileros con unas guitarras tararean canciones
de los 70 y 80.
Un muchacho con barba dice que lo mejor es viajar
a la velocidad de la luz mientras se pueda y una chica con un vestido
de flores le contesta que siempre habrá que desafiar la ley de la
gravedad.
Las gotas de aceite resbalan cariñosamente por las rebanadas de pan. El café está caliente. Todo permanece en su sitio, incluso
la voz de Mercury y esa canción que, según estos chicos, es ideal para
viajar a la velocidad de la luz mientras se desafía la ley de gravedad,
como si la actitud bohemia ante la vida coqueteara con la eternidad y la
primavera jipi se hiciera visible en el cerebro de cada ser humano:
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