sábado, 29 de diciembre de 2018

"Reconozco que llevo la alegría marcada en el ADN".

Es obvio que sé que este mundo no es un lecho de rosas. Aun así entre mis primeros recuerdos está mi padre bailando conmigo en brazos, y eso no se olvida.

Escribí una novela dedicada a mi padre y a todos los que perdieron aquella guerra, a todos los que pierden todas las guerras. Dediqué veinte años de mi vida a hacerlo, porque hay cosas que un escritor debe hacer. Mi padre era poco más que un niño y pasó frío y un sinfín de penalidades durante su exilio en el sur de Francia, pero jamás me habló mal de nadie.

Sonrío a la vida porque mi padre se lo merece.



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