martes, 11 de diciembre de 2018

"Mensaje en una botella".

El temporal había pasado y las olas volvían a acariciar la orilla. La espuma se metía entre los dedos de los pies y le hacía cosquillas, como cuando Ingrid se los besaba para despertarle entre sonrisas.

Respiró hondo y siguió caminando por la playa mientras pensaba en su vida itinerante, que le había llevado a aquella isla y le había permitido conocerla a ella, la mujer con la que quería pasar los últimos años de su vida. Estuvo a punto de pisarla, pero retiró el pie a tiempo. La botella estaba medio enterrada y tenía un brillo especial. Pensó en moverla con el pie, pero decidió agacharse y mirar en su interior. Tal vez escondiera un mensaje, se dijo, como en las historias románticas que había vivido en brazos de mujeres maduras que le enseñaron todo lo que sabía. Ahora su vida había dado un vuelco, a pesar de que la gente los miraba con extrañeza. Esa historia no podía durar, decían algunos. Seguro que ella le sería infiel con un tipo de su edad, comentaban otros. Ellos reían y se pasaban el tiempo haciendo el amor, hablando y caminando por la playa.

Movió la botella varias veces y consiguió sacar un pequeño estuche de su interior que, en efecto, contenía un mensaje.

Era de Ingrid.

("Cuentos de los viernes", 2015, Bartleby Editores).

(Paseando el otro día por una playa del Mar Rojo me pareció ver un mensaje en una botella).

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