sábado, 15 de junio de 2019

"Los raros".

Cuando ayer hablaba de sentirme un "bicho" raro no lo hacía con relación a la gente que va al fútbol o no lee o le da igual la cultura. Estaba pensando casi ontológicamente, y en concreto en algunos alumnos y amigos que he ido encontrando por la vida.

Ser o no un bicho raro es algo que me resulta indiferente, entre otras cosas porque siempre hago lo que me da la gana. Sin embargo, he visto (y todavía veo) sufrir a otras personas por el hecho de ser distintos. Niños de los que se reían sus compañeros del colegio por ser gordos, cojear, tener las orejas grandes, ser miopes (entre los "gafotas" me incluyeron a mí algún tiempo, hasta que me pegué con uno que se burlaba a la puerta del colegio. Debía de tener 11 o 12 años y no he vuelto a pegarme en mi vida. Ese niño era un protegido de la directora y esta me castigó a mí, además de que se me rompieron las gafas). Esos niños se hicieron mayores y continuaron siendo insultados o menospreciados por ser negros, por ser gais, por ser feos, por ser pobres. 

Todos ellos siempre han sabido que podían subirse conmigo en las barcas del estanque del Retiro y recorrer el mundo, como en la fotografía; con los matones jamás me he tomado ni me tomaré un café.

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