Ese es el adjetivo que se me ocurre
para describir la tertulia de ayer por la tarde en el "Café Gijón" con
un escritor inteligente, humilde, nada vanidoso, que escribe muy bien y
se expresa admirablemente, quizá porque es el jefe de prensa de un
importante Ministerio. Con unos tertulianos participativos que
preguntaron mucho y conmigo en pantalón corto, aunque fuera dentro del
mítico Café.
Nuestro arquitecto y pintor Santiago Martínez se había leído con
detalle la novela de Javier Arribas "La buena muerte" y nos habló de
ella con rigor, al tiempo que mantenía un diálogo con el autor, que Javier Del Prado, Antonio, Peter
y yo interrumpíamos siempre hasta convertir aquello en una tertulia
como Dios manda. Hablamos de los estereotipos de las novelas históricas
actuales, tan de moda en estos tiempos, y sus infinitos anacronismos que
se pueden encontrar en tantas de ellas. Santiago se centró en el
estudio de los personajes y los espacios de la novela de Javier, las
ermitas del Camino de Santiago y la llegada a Finisterre. ¿Qué pensaría
una persona de la Edad Media cuando llegara al Fin del Mundo?, se dijo
al final.
La mujer de
Javier, Ofelia, sentada entre ellos, observaba con mucho cariño a
Santiago, quizá porque fue su profesor en la Escuela de Arquitectura. Y
al final llegó su hija Patricia, con sus 17 años, directamente desde el
examen de la EBAU (Evaluación del Bachillerato para el acceso a la
Universidad, es decir, nuestra vieja Selectividad). Entonces aproveché
para preguntarle qué les había caído en literatura y nos dijo que "La
Generación del 27". Le dije entonces si había hablado de las mujeres de
la generación y citó a Concha Méndez, Josefina de la Torre, Rosa Chacel y
Ernestina de Champurcín. Al escuchar este nombre le comenté que uno de
mis alumnos era su nieto y me la había presentado en su casa tras
regalarme algunos de sus libros en primeras ediciones. Después de
aquello no tuve más remedio que convertir a Ernestina en un personaje de
mi novela "Las mentiras inexactas", con el nombre de Albertina Duarte.
Patricia leyó al final unos fragmentos de la novela de su padre y así se cerró el círculo.
Está claro que la literatura aparece por todas partes. ¿Seremos cada uno de nosotros literatura y algún día alguien sí hablará de nosotros, a diferencia de la primera y maravillosa película de Agustín Díaz Yanes, al que también invité a la tertulia cuando se estrenó?
Patricia leyó al final unos fragmentos de la novela de su padre y así se cerró el círculo.
Está claro que la literatura aparece por todas partes. ¿Seremos cada uno de nosotros literatura y algún día alguien sí hablará de nosotros, a diferencia de la primera y maravillosa película de Agustín Díaz Yanes, al que también invité a la tertulia cuando se estrenó?
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