Ayer
por la tarde escuché en la Cadena Ser el testimonio de un enfermero que
trabaja en un hospital de Madrid al que señalaron como "infectado" en el
bloque de viviendas donde vive, llegando incluso a "desinfectar" con
lejía la puerta de su casa. Parece ser que este tipo de comportamientos
se está extendiendo por otras partes. Si alguien se entera de que un
vecino o tan solo un simple conocido tiene el virus se le señala con
el dedo y se apartan de él como si fuera un apestado. Mientras lo
escuchaba me vino a la mente una de las novelas norteamericanas más
importantes del siglo XIX, "La letra escarlata" (1850), de Nathaniel
Hawthorne (1804-1864), en la tercera foto. Está ambientada en el Boston
puritano del siglo XVII y cuenta la historia de Hester Prynne, una mujer
acusada de adulterio y condenada a llevar en el pecho la letra "A", de
adúltera. Hester rechaza revelar la identidad del padre de su hija y
trata de vivir con dignidad en una sociedad injusta e hipócrita. Esta
edición (en la primera fotografía) incluye una estupenda introducción de
la catedrática Nina Baym, cuya labor investigadora se ha centrado en el
estudio de la literatura americana del siglo XIX, con escritores como
Henry David Thoreau, Robert Frost, Edgar Allan Poe y Ralph Waldo
Emerson. En el año 2000 recibió la medalla Jay Hubble que otorga la
"Modern Language Association" por sus valiosas aportaciones en esta
materia. En 2011 publicó el libro "Women Writers of the American West,
1832-1927". Falleció en 2018.
Si he mencionado a Nina Baym es por ser la autora del ensayo "The Shape
of Hawthorne’s Career" ("Tenemos que volver a aprender el arte olvidado
de la alegría"). ¿Por qué no estudiará más la gente y hará más el amor y
jugará más con sus hijos y tratará de escribir cuentos para ellos y
hablará más con los abuelos en lugar de meterlos en residencias y, sobre
todo, en lugar de preocuparse tanto por los virus de los demás?
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