Te imagino escribiendo tu novela encerrada en tu cuarto, peleándote
con la verosimilitud y la coherencia de tus personajes, e intentando
ponerte en su lugar para darles vida como si tú hubieras vivido sus
propias vidas. Es algo así como continuar jugando con las muñecas que te
acompañaron tanto de pequeña. En realidad escribir es lo más parecido a
jugar que se me ocurre. La propia vida es un juego que no hay que
tomarse demasiado en serio. De lo contrario se nos olvida que no
existen reglas adecuadas para vivir. Luego tal vez sea tarde. En estos
tiempos tan extraños a todo el mundo le da por decir que éramos felices y
no lo sabíamos, que hay que quererse más y por supuesto besarse y
abrazarse, y ser solidarios. Todas esas cosas tan serias que adquieren
un significado concreto solo porque son nombradas. Hubo una vez en que
las cosas no tenían nombre. ¿Te imaginas cuanta libertad? ¿Lo vas a
escribir en tu novela? A lo mejor incluso nos besábamos y no lo
sabíamos, y nos acariciábamos antes de que nos dijeran que estaba mal o
bien.
Escucha el canto de los pájaros. Ellos no saben que lo son ni que están cantando.
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