Voy a utilizar como excusa un diálogo que se produjo antes de ayer
entre el profesor Javier del Prado y yo. Escribió un texto "contra"
ciertas actitudes y comportamientos políticos que no le gustan en
España, lo que me recordó el libro póstumo de Proust, "Contra
Saint-Beuve", y se lo dije. La política me aburre -como tantas cosas-
por su escaso nivel intelectual, pero Javier sí lo tiene.
Dejo hablar a Javier:
"Saint-Beuve fue de los escritores que tuvo más poder en el
Romanticismo: poeta, novelista, crítico literario e historiador. Como
historiador le tengo un enorme cariño por los 18 volúmenes de su
"Historia de Port-Royal". Fue el amante de la mujer de Victor Hugo, la
pastosa e insípida Adèle Fouchet, razón probable de que Víctor Hugo
acabara echándose en los brazos de la deliciosa bretona Juliette Drouet.
Sin embargo, esto no es escritura literaria sino chismorreo literario,
algo que tanto gusta en la republica de las letras españolas. ¿Cuál fue
la razón del ataque de Marcel Proust? Muy sencillo: Sainte-Beuve es el
representante y mayor defensor de lo que se considera la "crítica
literaria romántica". Crítica que podríamos resumir argumentando que
cuanto mejor se conoce la vida de un autor (sus hábitos, lo que come,
cómo viste, cuanto duerme, etcétera) mejor se comprenderá su obra. Pues
no, le asegura Proust; señor Sainte-Beuve, usted no tiene razón. La obra
es el producto de otro yo diferente del que socialmente conocemos y se
pasea por la calle. De otro yo que el acto prospector y creador de la
escritura va descubriendo, va sacando a la luz, va creando. La escritura
no es un acto de confesión psicológica del yo, sino de la creación
ontológica de un nuevo yo que está en el texto, y no en la historia
social, que queda fuera del texto. Ya sé que, cuando lea todo esto,
Justo me dirá que por qué en vez de dar la tabarra con estas
especulaciones, no cuento lo aburridos que son los catedráticos
franceses".
Había comentado a Javier por teléfono que un catedrático de literatura de una universidad francesa me escribió el otro día para decirme que, como se aburre tanto en un país tan serio como Francia, y más aún en estos tiempos de confinamiento, le apetecía que lo invitara a mis tertulias virtuales. En la fotografía estoy en una de ellas con Javier. Y ahora, a pesar de que no vaya a ir ningún sitio, me voy a poner el traje y la pajarita de la foto, y en vez de un café para desayunar pienso tomarme una o dos copas de champán. No se me ocurre otra manera más adecuada de aguantar este confinamiento; seguro que Proust haría lo mismo. Si acabo siendo alcohólico, que sea con elegancia y además escuchando al decadente Richard Strauss:
https://www.youtube.com/watch?v=XG4uBRBMdzY
Había comentado a Javier por teléfono que un catedrático de literatura de una universidad francesa me escribió el otro día para decirme que, como se aburre tanto en un país tan serio como Francia, y más aún en estos tiempos de confinamiento, le apetecía que lo invitara a mis tertulias virtuales. En la fotografía estoy en una de ellas con Javier. Y ahora, a pesar de que no vaya a ir ningún sitio, me voy a poner el traje y la pajarita de la foto, y en vez de un café para desayunar pienso tomarme una o dos copas de champán. No se me ocurre otra manera más adecuada de aguantar este confinamiento; seguro que Proust haría lo mismo. Si acabo siendo alcohólico, que sea con elegancia y además escuchando al decadente Richard Strauss:
https://www.youtube.com/watch?v=XG4uBRBMdzY
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