sábado, 11 de abril de 2020

"Sobre la vida privada de los escritores en tiempos de confinamiento".

Voy a utilizar como excusa un diálogo que se produjo antes de ayer entre el profesor Javier del Prado y yo. Escribió un texto "contra" ciertas actitudes y comportamientos políticos que no le gustan en España, lo que me recordó el libro póstumo de Proust, "Contra Saint-Beuve", y se lo dije. La política me aburre -como tantas cosas- por su escaso nivel intelectual, pero Javier sí lo tiene. 

Dejo hablar a Javier:

"Saint-Beuve fue de los escritores que tuvo más poder en el Romanticismo: poeta, novelista, crítico literario e historiador. Como historiador le tengo un enorme cariño por los 18 volúmenes de su "Historia de Port-Royal". Fue el amante de la mujer de Victor Hugo, la pastosa e insípida Adèle Fouchet, razón probable de que Víctor Hugo acabara echándose en los brazos de la deliciosa bretona Juliette Drouet. Sin embargo, esto no es escritura literaria sino chismorreo literario, algo que tanto gusta en la republica de las letras españolas. ¿Cuál fue la razón del ataque de Marcel Proust? Muy sencillo: Sainte-Beuve es el representante y mayor defensor de lo que se considera la "crítica literaria romántica". Crítica que podríamos resumir argumentando que cuanto mejor se conoce la vida de un autor (sus hábitos, lo que come, cómo viste, cuanto duerme, etcétera) mejor se comprenderá su obra. Pues no, le asegura Proust; señor Sainte-Beuve, usted no tiene razón. La obra es el producto de otro yo diferente del que socialmente conocemos y se pasea por la calle. De otro yo que el acto prospector y creador de la escritura va descubriendo, va sacando a la luz, va creando. La escritura no es un acto de confesión psicológica del yo, sino de la creación ontológica de un nuevo yo que está en el texto, y no en la historia social, que queda fuera del texto. Ya sé que, cuando lea todo esto, Justo me dirá que por qué en vez de dar la tabarra con estas especulaciones, no cuento lo aburridos que son los catedráticos franceses".

Había comentado a Javier por teléfono que un catedrático de literatura de una universidad francesa me escribió el otro día para decirme que, como se aburre tanto en un país tan serio como Francia, y más aún en estos tiempos de confinamiento, le apetecía que lo invitara a mis tertulias virtuales. En la fotografía estoy en una de ellas con Javier. Y ahora, a pesar de que no vaya a ir ningún sitio, me voy a poner el traje y la pajarita de la foto, y en vez de un café para desayunar pienso tomarme una o dos copas de champán. No se me ocurre otra manera más adecuada de aguantar este confinamiento; seguro que Proust haría lo mismo. Si acabo siendo alcohólico, que sea con elegancia y además escuchando al decadente Richard Strauss: 

https://www.youtube.com/watch?v=XG4uBRBMdzY

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