Estoy a gusto en la
compañía de estos tres escritores gracias a la gentileza de Almudena
Mestre, que nos reunió en un interesante artículo publicado en la
revista Entreletras, con las cuatro fotografías que he compartido. Más
que leer con detalle a Borges, Cortázar y Proust, lo que he hecho
siempre con sumo interés ("En busca del tiempo perdido" incluso en dos
editoriales distintas), es dedicarme a sentirlos, a pensarlos en los
amaneceres y las puestas de sol. En ese
sentido a veces me han preguntado cómo he tenido tiempo y sigo teniendo
para hacer tantas cosas, como el hecho de escribir tantos libros, por
ejemplo. Una de las explicaciones es que he vivido largas épocas de mi
vida sin televisión e incluso durante este confinamiento no la pongo
nunca, salvo para ver películas. Quizá por eso sigo sin saber qué es
Netflix; siempre que leo ese nombre en alguna parte me suena a Nesquik y
a que es una empresa que está ganando muchísimo dinero en la Bolsa. De
Cortázar ya mostré el otro día en un video cómo "Rayuela" era un
conjunto de hojas sueltas, arrancadas, de tanto leerlas y prestarlas, y
Borges fue mi lectura incluso cuando me fui a dar una vuelta por la
India con la intención de entender el mundo un poco mejor.
En fin, somos lo que amamos, lo que viajamos, lo que leemos. Y todas las veces que decimos que sí.
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