Esta es una historia de héroes, y ayer por la tarde hablamos de ella en la tertulia del Café Gijón.
Patricia Martinez de Vicente nació en Londres, vivió mucho tiempo en Chamberí, en la calle Monte Esquinza, en la que sigue estando la Embajada Británica, estudió Antropología y creó una empresa tanto en Madrid como en México. Escribió un libro sobre el narcotráfico y se puso a escribir la historia de su padre. Hija del médico de la Cruz Roja y la Embajada Británica Eduardo Martínez Alonso, poco a poco fue conociendo la vida secreta de su padre, y cómo salvó a cientos de judíos durante la II Guerra Mundial, gracias a las conversaciones con su madre a lo largo de los años. Se sintió en la obligación moral de investigar los archivos de su padre en los que se contaba cómo ayudó a escapar del campo de concentración de Miranda de Ebro a los judíos prisioneros, tanto a través de su finca en Galicia como en el café Embassy de la calle Ayala de Madrid. Es una historia que ha ido creciendo a lo largo de las páginas de varios libros: "Embassy y la inteligencia de Mambrú" (2004), "La clave Embassy" (2010) y "El té de la libertad" (2021), sobre todo después de que el año 2005 se desclasificaran los documentos "secretos" en Londres, y ella fuera encontrando más documentos. Esta historia me recuerda a la de los héroes que salvaron tantas vidas en aquella guerra, y otras guerras, como por ejemplo "Los amnésicos" (2019), de Géraldine Schwarz, o "La guerra de los vencidos. El maquis en el maestrazgo turolense, 1940-50" (2016), escrito por la catedrática de historia Mercedes Yusta Rodrigo, que es hija de nuestro tertuliano Miguel Ángel Yusta. (En la segunda fotografía está Patricia y en la tercera la editoria de su último libro, Marta Prieto).
Y yo ahora me tomo el primer café de la mañana y pido a Sam que vuelva a tocar la canción. Ayer por la tarde, mientras escuchaba hablar a Patricia y después las preguntas que fueron surgiendo, no me la quitaba de la cabeza. El Café de Rick no existió en realidad. El Café Embassy sí lo hizo y allí se salvaron muchas vidas, gracias a su dueña, la irlandesa Margarita Taylor, que pudo ser colaboradora de la CIA. En la mayoría de los casos, nunca nos enteramos de la verdad de las cosas. Hay demasiados intereses geoestratégicos en la vida (acabo de dar un máster sobre este tema y se lo decía a mis alumnos). Sin embargo, como escritor no me interesa exactamente la verdad. Como se dice en "El hombre que mató a Liberty Valance", de John Ford, una de las películas más grandes del cine, cuando la leyenda supera a la realidad, nos quedamos con la leyenda.
"Play, it, Sam", por favor:
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