viernes, 11 de junio de 2021

"El viaje de la vida".

Este es el poema que Miguel Ángel Yusta (Zaragoza, 1944) dedicó el otro día a los tertulianos del Café Gijón. Es de su libro "Pasajero de otoño" (2018), Huerga y Fierro, un viaje por tres ciudades que fueron importantes en su vida, París, Roma y Atenas.

"VIII. PANTEÓN
 
Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini
(Popular)
 
Todos los dioses reposan apacibles
bajo la inmensa cúpula, dorada con esmero
en tiempos de concordia y tolerancia.
Todos los dioses siguen allí entronizados
con la dignidad de su sabiduría
y prevalecen a la bárbara huella...
En la noche desierta, vigilan la plaza
esbeltos centinelas alineados
y el rumor de la fuente enmascara el silencio.
Testigos son estas romanas piedras
del sueño integrador de aquel Adriano,
hijo de Itálica y ungido por el sur.
No pudieron violar tanta belleza
los bárbaros antiguos, ni sus hijos
prostituir más los sagrados espacios.
Pervive la esencia del prodigio.
Allí está vigilante la cúpula sublime,
desafiante, desnuda y armoniosa.
Y cada noche, en Roma,
cuando los hombres duermen,
las viejas piedras cantan, aun heridas,
himnos de libertad y resistencia".
 
Casualmente, ayer empecé a leer otro libro de viajes publicado por El fil d´Ariadna (Universitat de Lleida), "Voluntad de horizonte y añoranza de morada" (2021) de Javier del Prado (Toledo, 1940), otro libro que puede resumir una vida. Para unir todos los cabos de este post he buscado una fotografía de la tertulia de 2015 en la que ya estaba Javier del Prado. Miguel Ángel Yusta se ha incorporado este curso. Los dos son unos grandes melómanos, como yo, y por eso les dedico esta música, la de otro viaje, tanto espiritual como real, hacia Roma y hacia el amor. 
 
Siempre he pensado que la vida es un viaje de regreso al útero materno y de llegada al otro, a los otros. Y lo único que da sentido al viaje, lo único que nos puede salvar en este viaje es el amor:
 

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