jueves, 17 de junio de 2021

"Solo inclasificable", de Efi Cubero.

Conocí a Efi Cubero en octubre de 2019, cuando me acerqué a una de las pocas librerías que quedan en mi barrio, la Rafael Alberti, en la que presentaba "Esencia", un libro de ensayos relativos a ciertos pintores. Esa tarde me encontré con amigas como Juana Vázquez y Nuria Cubero (que fue tertuliana durante muchos años). Y lo conté en mi blog: 
 

En su libro de poemas que acaba de publicar con la editorial La isla de Siltolá (Sevilla, 2021), "Solo inclasificable", Efi continúa diciendo cosas sobre sí misma, en este caso sobre la pérdida del amor de su vida, pero lo hace desde el conocimiento del ser humano y el hecho artístico. Se dirige al lector a través del lenguaje, lo que le permite relacionar los tres temas fundamentales de la literatura, el tiempo, el espacio y el otro. 
 
En la página 126 leo el poema "Partida", perteneciente al Adagio:
 
"Con tu marcha trazaste una ciudad de nieve.
Huidizas como tú laten las avenidas
de exilio al que me confinaste sin saberlo.
Nieva sobre las calles, mientras sola
conjuro la visión sobre lo blanco
del puro y níveo frío de las ensoñaciones.
En los copos al viento hay un temblor de sal,
sobre las líneas de la incertidumbre
miro la luz de estanque de tus ojos miopes.
El reflejo que envuelven estas fotografías
me desvelan, después de la partida,
las insonsobles vetas de tus profundos cielos".
 
En un poema siempre busco la "forma interior" como estructura que defina lo más esencial del espíritu humano, su sustancia, en este caso del artista a la hora de enfrentarse a su creación y así abordar el carácter simbólico y universal del texto. Este poema me permite constatar, claramente, la simbiosis entre la sintaxis, la fonética y la semántica, donde puedo observar que la simbolización precede a la enunciación. A la mayoría de los poemas de este libro les ocurre lo mismo. Efi Cubero desarrolla un proceso expresivo que desarrolla esta "forma interior" que supone el triunfo de la música y del arte frente a la soledad de la pérdida y la ausencia del ser amado, como se pone de manifiesto en su división musical: acordes, contrapunto, allegro, andante y adagio. Se impone la idea del regreso al "paraíso perdido" a lo Milton a través del arte y el hecho creativo, desde las metamorfosis alegóricas concretas y simples, como el bosque, el acantilado, la madera, las fotografías, el jazz hasta la soledad como columna vertebral del libro. 
 
"Jazz" (página 102).
 
"Las últimas barreras se fueron derrumbando,
los ojos de altos muros de los desconocidos
reflejaban colores diferentes.
Vivas como el deseo las notas traspasaban
otra clase de incendio.
La incomunicación del humo espeso se desvanecía,
como si rasgara un velo antiguo.
Las cítaras sonaban acompañando al saxo.
Se encendieron los móviles en la noche despierta...
Calló Coltrane y apagué la luz.
Los cascos olvidados en la pequeña mesa
sobre la irrealidad del solitario".
 
Seguro que allá arriba alguien debe ser feliz mientras te espera, Efi. Por de pronto a mí tu libro me ha hecho viajar hasta un cuento de James Joyce y al final de la última película que rodó John Houston, y te lo agradezco.
 
A veces nieva en los corazones, en todos nuestros corazones:
 

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