Mi vida está llena de libros y de lecturas. Me tomo el primer café de la mañana y observo mis manos, sus marcas cargadas de memoria, y recuerdo tantas historias y tantas vidas que me han contado a lo largo de los años. Desde el pasado mes de febrero muchas manos están pasando las páginas de un poeta que se llama Gabriel Relham y que vive en una buhardilla del centro de Madrid. Ahora pienso en las manos de la artista parisina Patricia Vílchez apretando la novela contra su pecho en una playa del Mar Mediterráneo, en las de Abel Jara Romero desde su casa de Vallecas, Almudena Mestre desde la Casa del Libro de Orense, Angeles Vazquez Martinez desde Camas (Sevilla), con otra de mis novelas, "La paz de febrero", Charo Alonso Panero en su casa de La Laguna, junto a la plaza del Cristo, Elena Gayan con la imagen del bello puerto de Palma de Mallorca, Antonio Vaquerizas, uno de mis queridos ex alumnos, desde la localidad de Coslada en Madrid, Fernando Vallejo, mi querido poeta y sacerdote de Zaragoza, María Victoria Huertas, al lado del Parque de la Fuente del Berro, en Madrid, de nuevo la poeta Mirta Amanda Barbonetti en su hotel en los Dolomitas, Pilar Gil Aroca, junto a su taza de café en Madrid, Francisca Arias Tovar desde su amada Sevilla, Angels Santa Bañeres desde Lleida, Emma Prieto desde Madrid, Pepo Paz desde la FNAC de Callao, la pintora Matuka Nogales desde Valencia (con mis "Cuentos de los viernes" entre los dedos), la poeta, ensayista e historiadora de arte Efi Cubero, y también las fotos de Maria Charro, Su Mach y Rosalía Val.
Me dejo muchas manos y muchas fotos sin poner, pero me gustaría abrazarlas a todas con mis manos, mientras me termino la taza de café en esta espléndida mañana de domingo. Seguro que las manos desean decirse cosas entre ellas que nadie más puede escuchar, como las canciones sin palabras de Mendelssohn:
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