Se mezcla el arte con la botánica y los tejidos, me sitúo junto a una escultura que sigue el ritmo de mi voz, que sube y baja si digo algo, me meto en un espejo durante unos instantes, me desdoblo en un tempo lento, minimalista, meditativo, como si siguiera las tres notas ascendentes del piano y el desplazamiento por la escala diatónica de forma escalonada del cello. Cada línea melódica ascendente es continuada por una "frase espejo" descendente. Es una mañana de domingo en "La casa encendida", respirando el arte de mi tiempo, la música de mi época a veces pura e inocente que me hace pensar, que me acompaña en la creación perpetua que siempre ha sido mi vida, dentro y fuera del espejo. Y pienso en los placeres y dolores aparejados a la convivencia, la autonomía, la soledad y el ansia de pertenencia. Escucho a Arvo Pärt mientras sigo dentro del espejo, estoy a la vez, observo alrededor y soy las propias obras que veo y pienso, estoy en mi tiempo de una forma determinada, es mi forma de estar en las salas de arte que visito, en la música que escucho, soy simultáneo a lo que ocurre en este instante y a lo que sucedió hace miles de años, testigo de las sombras y las ausencias, soy lo que aún no ha sido:
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