miércoles, 9 de junio de 2021

"Swing time".

Ayer tuvimos una tertulia on line del "Café Gijón" para construirnos a nosotros mismos. Toda construcción es una metáfora del espíritu. La arquitecta María José Muñoz Spínola nos habló de la evolución de la arquitectura hasta llegar a su simbiosis con la literatura, pero sin olvidar otros géneros como son el cine y la música. Los clásicos sabían que los arquitectos no solo tenían que "habitar" a los demás sino habitarse a sí mismos. Por eso lo hizo tanto desde su voluntad de conocer como desde la idea de discutir desde el razonamiento (dos de las características con las que la definió Javier del Prado). María José, que está en la segunda fotografía junto con la escritora Lola Walder, que ya nos había visitado en la tertulia presencial, nos habló de la relación entre la arquitectura y el resto de las artes. Nos puso el ejemplo de la "Casa danzante" de Praga, la casa de Ginger y Fred, que es como se la conoce, junto al río Moldava y el puente Jiráskuv. La diseñaron el arquitecto canadiense Frank Gehry y el arquitecto checo Vlado Milunic en 1992. Su estilo se engloba dentro del deconstructivismo, caracterizado por prescindir de lo lineal. Se terminó en 1996 y empezó la polémica al encontrarse localizada en el distrito de Praga 2 junto a edificios de corte barroco, por lo que impactó negativamente sobre los vecinos del barrio. Hoy es uno de los edificios más visitados y admirados.
 
Las intervenciones resultaron espléndidas, y me apetece destacar la del escritor argentino Antonio Tello, que nos habló de su cuento "El arquitecto", donde el protagonista pretende construir la catedral más perfecta del mundo, pero al final se queda atrapado en ella ya que al buscar la perfección se olvidó de la belleza. El arquitecto de Tenerife José Félix Saenz-Marrero también tuvo hermosas palabras y yo, por mi parte, insistí en aspectos artísticos que me interesan como escritor. Hace unos años un grupo de arquitectos comenzó a usar la literatura y la narrativa como una forma de oponerse a todo lo dominante en la propia profesión. Escribieron en vez de construir, dibujaron con textos y leyeron como forma de entender. Bernard Tschumi utilizó para "Joyce’s Garden" el texto literario "Finnegan’s Wake" de Joyce a manera de programa para una serie de proyectos estudiantiles. Incluso en muchas escuelas se usaron publicaciones como "Las ciudades invisibles" de Calvino (uno de los escritores que me interesan) para desarrollar ejercicios. "Pedro Páramo" de Juan Rulfo ha tenido ese mismo uso. 
 
En la introducción de su libro "Architecture and Modern Literature", David Spurr indagó acerca del nexo entre ambas creaciones y se apoyó en las ideas de Walter Benjamin sobre la relación entre arquitectura y literatura como conjunto de símbolos y narrativas con las que la sociedad se da sentido a sí misma. La arquitectura, según Benjamin, habla directamente de su contenido, la mitología. Y, en cambio, la literatura manifiesta la mitología en forma de historias. Ambas son testimonio del momento histórico. Y yo lo que defiendo es al artista individualista, al ácrata, al anarquista.
 
Este texto solo podía terminar como empezó, con swing:
 

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