lunes, 7 de junio de 2021

"El arquitecto como poeta".

Para la tertulia del Gijón de mañana he pedido a nuestra arquitecta y gran lectora María José Muñoz Spínola que nos hable de algunas de las relaciones que encuentra entre la literatura y la arquitectura. Es un asunto que me interesa desde siempre y que adquirió mayor relevancia tras estudiar la asignatura de "Literatura y arquitectura" en un máster de la Complutense.
 
María José ha preparado para los tertulianos un texto delicioso:
 
"Permanecer en el interior del Panteón de Roma nos hace sentir la “suspensión” en el tiempo, que sólo una buena obra de arquitectura puede conseguir. Capaz de trascendernos, se inserta en la historia y permanece en el tiempo. Ese tiempo de los primeros versos de Burnt Norton, el primero de los cuartetos de Eliot:
 
“El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
Si todo tiempo es un presente eterno
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción
Que sigue siendo perpetua posibilidad
Sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.”
 
Y es que los arquitectos, como poetas, hacemos algo que ha de estar por encima del tiempo, con el fin de que en un futuro se lea. Nuestra obra ha de permanecer hablando y contando. Expresando el “ser ahí” siempre. Las ideas generadoras han de ser capaces de convocar la Belleza como esplendor de la Verdad, siguiendo la idea platónica de Belleza. La Belleza y la Verdad que siempre vendrán de la mano de la razón, ya que en arquitectura es casi incuestionable la identificación de la verdad con la realidad de Kant, porque la idea aunque no sea construida tiene que ser construible. Las reglas de la "poiesis" son de precisión implacable y certera, todo es medida y proviene de la estructura y gira alrededor de ella y por ella. Una métrica que ha de conocerse en profundidad para componer con versos clásicos y rimados como Frank Lloyd Right o en versos libres y de gran musicalidad como los de Jean Nouvel.
 
Arquitectura sin adjetivos, necesitada de pocos elementos. Todos ellos necesarios y verdaderos. Y cada uno de ellos actuando con la máxima intensidad en la búsqueda de lo esencial, y que no ha de confundirse con una arquitectura minimalista. Es un juego de tensiones (y tracciones) en perfecta armonía que se consigue conociendo la métrica y el lenguaje. Porque la arquitectura, como la poesía, tienen su propio lenguaje. Un lenguaje que hay que estudiar y discernir. Planos, luz, elementos constructivos que no pueden escapar hoy de la tecnología.
Y sólo aceptando una cierta renuncia a lo más personal para alcanzar una mayor universalidad, será posible hacerse uno con el Ser, habitarlo y con ello, responder ante la cultura que se presenta y a la que representa.
 
La arquitecta mexicana Gabriela Sánchez Serrano finaliza su cuento “Que los arquitectos sean poetas” diciéndonos “Hacer arquitectura implica una búsqueda interior resultado de un deseo, de hambre, de un impulso amoroso, es el puente entre las necesidades de la comunidad y la necesidad de crear del arquitecto mediada por la obra de arte. Antes que el compromiso de la arquitectura como una imposición, ésta debe ser un acto de amor por parte del arquitecto, y esto será así cuando él se vea a sí mismo como un poeta.” Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Frank Lloyd Wright, Luis Barragán, o los aún vivos Peter Zumthor o Tadao Ando también leían filosofía, literatura y poesía. Recordando a Gregorio Marañón, “El que sólo sabe de medicina, ni medicina sabe”. Y al arquitecto le sucede lo mismo. Octavio Paz, volviendo a Eliot, dijo “El imán que me atrajo de T.S.Eliot fue la excelencia del poema, el rigor de su construcción, la hondura de su visión, la variedad de sus partes y la admirable unidad de conjunto.” Y esto no parece distinto de lo que ha de entregar un arquitecto con su obra al individuo y a la sociedad.
 
El arquitecto, como poeta, se enfrenta al papel en blanco y ha de componer con el mayor conocimiento para hacer la mejor arquitectura posible, el poema. Y la historia está llena de arquitectos poetas y poetas arquitectos que con un oído atento y un corazón sabio y prudente son y nos habitan.
 
(Las fotografías también las ha preparado nuestra arquitecta. Las tres primeras son del Louvre de Abu Dhabi de Jean Nouvel, donde se refleja la poética de simular el entorno de bosque en el interior con el juego de luces de la cubierta, y la cuarta es del Panteón de Roma. Además, como sabe que la música es esencial para mí, me ha enviado esta música del arquitecto croata Nikola Bašić, en la ciudad de Zadar. Es el "órgano de mar", siete acordes de cinco tonos que crean melodías polifónicas que ganan o pierden intensidad al ritmo de la fuerza del mar: 
 
 




 

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