martes, 16 de agosto de 2022

Leyendo "Aniquilación", de Houllebecq.

Michel Houllebecq (Saint-Pierre, isla de La Reunión, 1956) es uno de esos escasos novelistas actuales que todavía quiere "escribir" literatura de verdad.
 
Pienso en "Ampliación del campo de batalla" (1994), "Las partículas elementales" (1998), su obra maestra, y "Plataforma" (2001), una novela que vi adaptada al teatro en el Círculo de Bellas Artes en el 2006, si no recuerdo mal, con su descripción de la miseria afectiva y sexual del hombre y la mujer occidentales. En esas obras observo su principal aportación, aunque la última se lee bastante bien. Esta "Aniquilación", publicada en junio por Anagrama, me ha recordado a una bebida, el Saperoco, parecida al Barraquito. Suele servirse por capas, por las diferentes densidades de sus ingredientes, de abajo arriba, leche condensada, licor, café expreso y leche espumada. En la parte de abajo de la novela veo ecos de Schopenhauer, Balzac y Proust; encima a Pynchon y DeLillo, y más arriba algo de Carrère y Pasolini. Lo que Houllebecq no puede evitar es ser un sentimental, aunque sus novelas estén llenas de sexo y una visión apocalíptica de la vida. En "Aniquilación" se corrige algo y desea mostrar una luz al final del túnel.
 
El "Pámpano" a la plancha que me comí en el restaurante de esta fotografía, tras acabar de leer la novela, estaba exquisito, y además acompañado con una copa de vino blanco, un Saperoco y esta canción:
 

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