viernes, 12 de agosto de 2022

"Leyendo "Pasolini" (Tusquets, 2022), de Miguel Dalmau".

Este 2022 es el centenario del nacimiento de uno de los escritores y cineastas que marcó mi personalidad adolescente desde que lei "Teorema" (1968) y vi "Pajaritos y pajarracos" (1966) en los cines Alphaville a primeros de los 80, ya que estuvo prohibida en España hasta el año 1979. 
 
Miguel Dalmau y yo hablamos a menudo en esta red social, aunque no nos conocemos en persona. Hemos quedado en hacerlo pronto. Su biografía de Pasolini entró en mi mochila viajera de este verano. Miguel (Barcelona, 1957) estudió Medicina, pero pronto se decantó por la literatura. Ha escrito novelas y las biografías de Oscar Wilde, los Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Julio Cortázar y Concha García Campoy. Desde finales de los 70 ha trabajado como crítico literario, guionista radiofónico y columnista, como en La Vanguardia. Su libro sobre Pasolini tiene 500 páginas, está bien escrito y relaciona con criterio la vida y la obra de Pasolini. Me ha interesado, en particular, su manera de abordar los "orígenes" artísticos del que fuera sexto conde de la Onda, las dificultades para superar el fascismo familiar y de su país, y la epifanía que supuso para un joven Pasolini leer a Rimbaud o los sonetos de su madre. Pasolini lo estudió y leyó todo, y le interesó todo, la literatura, la música, la pintura, el cine y hasta los deportes. En particular me resulta ilustrativo su descubrimiento de Beethoven con menos de veinte años. Entonces escribió: "Antes de Beethoven tenía que acudir a imágenes y sentimentalismo para escuchar una música y comprenderla; por el contrario ahora no es necesario en absoluto; sin duda hay algo de musical entre nosotros que se transforma directamente en sentimiento, sin necesidad de sentimentalismo, permaneciendo como música, sin necesidad de imágenes. Lo puedes verificar oyendo a Beethoven, cualquiera de sus sinfonías" (p. 55).
 
Por ejemplo, esta absoluta obra de arte:
 
Me tomo un café mientras pienso en el argumento de "Pajaritos y pajarracos", la película que más quería el propio Pasolini. Totó es un agricultor que, junto a su hijo Ninetto, se pone en camino, cerca de Roma, para pedir una moratoria para solventar una deuda que pesa sobre su finca. En el camino, los dos hablan de la vida y la muerte con un insólito personaje, un cuervo que habla. Este dice ser un intelectual marxista de la vieja guardia y sustenta la teoría de que la Humanidad se divide en dos grupos, el que habitan los pajarracos y el que alberga a los pajaritos.
 
En fin, la vida, mi vida.
 

 
 

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