Ayer por la tarde mis alumnos me regalaron varios corazones, unas cuantas chocolatinas y un donut con la vela encendida, que apagué mientras me volvían a cantar el "no cumpleaños" feliz. Tras cantar y aplaudir con ellos, se lo agradecí llenando la pizarra con fórmulas matemáticas, intentando explicar el mundo y el comportamiento de los seres humanos mediante hipótesis, teorías y leyes. Repartí entre ellos las golosinas, nos reímos mucho y volví a comprobar, una vez más, que la juventud española es extraordinaria. Y dulce. Siempre me pregunto por qué algunas personas no disfrutan con su trabajo, ya que la vida no deja de ser, de alguna manera, como un donut de chocolate, que rueda cada día y va dejando restos de azúcar por el camino.
Y ahora me tomo el primer café del día escuchando algo también muy dulce:
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