El otro día el escritor canario Eduardo García Benítez me envió esta fotografía desde la playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria. No nos conocemos personalmente, y me dijo: "Muy buen acompañamiento para una estupenda tarde de playa. Es un libro fabuloso, se ajusta a la perfección a todo lo que he leído sobre él. Enhorabuena".
Después de darle las gracias me puse a pensar en la gran cantidad de veces en las que he estado paseando por la arena de esa playa. Mi padre fue la primera persona que me habló de ella de pequeño, así como del Puerto de la Luz (son esos fogonazos de la niñez que quedan impresos en la mente, como las primeras páginas de ciertos libros o películas que se quedan ahí, latentes, dormidos, y aparecen en ocasiones en tu vida sin saber porqué). Estuve cuando Paqui dio clase en el instituto de Teror, y allí jugó mi hijo con el cubo y la pala el año en el que nos quedamos en el hotel Reina Isabel, que daba directamente a la arena, algo que se repitió en las playas del Inglés y Maspolomas. Y también recuerdo las charlas con Lola, una de mis ex alumnas, que era de Gáldar y veraneaba en Sardina del Norte y convertí en personaje de una de mis novelas, y los paseos con mi amigo granadino José Luis Sánchez de la Torre, que me hizo varios retratos en la época en que éramos amigos del director del Museo del Prado, y que se fue a vivir a Las Palmas, a un ático al lado del Corte Inglés, tras hacerlo en el Parque de Berlín de Madrid, cerca del Auditorio de Música. La última vez que estuve en el interior de esa foto fue comiendo en un restaurante del final de las Canteras con Ana Sharife, la periodista canaria que me entrevistó sobre mis novelas.
Ahora me tomo un café escuchando la Primera de Mahler, la última obra que escuché con José Luis en el Auditorio de Madrid cuando estuvieron a punto de caerse las paredes del edificio con aquellos metales de Mahler, con su apasionado y melancólico timbre. José Luis me dejó hace tiempo, pero me acuerdo mucho de él y de las aventuras que pasamos juntos. Él hacía dibujos de todo lo que caía en sus manos y yo lo contaba por escrito. Algunas de las páginas de mis libros surgieron así.
Son los fogonazos, las postales de la vida:
No hay comentarios:
Publicar un comentario